viernes, 27 de noviembre de 2009

Capitulo 15: Blood

Rob me levantó instintivamente de la mesa y me apoyó en el suelo junto a la encimera.
-¡Joder! ¿te encuentras bien?. – Dolía, y tenía la vista nublada de la impresión, pero sí, me encontraba más o menos bien. Asentí con una mueca de dolor.
Una gota de sangre cayó al suelo. La hemorragia sangraba con celeridad. Robert giró mi muñeca con cuidado para observar la herida. Un pedazo de cristal de unos 7cm estaba clavado justamente en el centro de mi mano, empapada ya en sangre.
-¡Dios!. Tenemos que ir a urgencias ya. – Recogió su ropa lo más rápido que pudo y se vistió. – Voy a por algo para ti. – Se fue directo hacia mi habitación.
-Trae un lazo. En el segundo cajón de la cómoda a la izquierda. – Grité. Tenía que parar la hemorragia de alguna manera. Cogí un paño de cocina limpio y envolví mi mano con él. La cocina se estaba poniendo perdida.
Robert vino agitado. Dejó la ropa en la encimera y cogió el lazo. Rápidamente lo anudó con fuerza alrededor de mi muñeca derecha. Le sonreí de verdad, estaba totalmente asustado y yo estaba bien.
-Rob sólo es un poco de sangre. Un par de puntos y ya.
-Coño un poco… ¡te vas a desangrar!. – Solté una carcajada mientras él se daba la vuelta y cogía un pantalón vaquero. – Levántala. – Se agachó con él en las manos y le dio un golpecito a una de mis piernas. La levanté y la introdujo en uno de los caños del pantalón deprisa pero con cuidado.
-Sé vestirme sola, gracias.
-Estás sangrando, mucho. – Puse los ojos en blanco, mientras él subía el otro caño por la otra pierna y me abrochaba el botón y me subía la cremallera del vaquero. Me di cuenta de que no llevaba ropa interior. – No hay tiempo para bragas y esas cosas. – Se dio la vuelta y cogió una camiseta ancha, la arrugó agarrándola por el cuello y la acercó a mi cabeza. La metí por el agujero correspondiente y luego introduje mi brazo por el de un lado. La mano dañada costó más porque Robert estaba empeñado en que eso me mataría. Cuando pude alejarlo de mí unos centímetros conseguí colocarme la camiseta por completo. Después él se volvió a pegar a mí y me puso los botines.
Salió disparado hacía el salón, y volvió en un segundo con nuestras chaquetas en la mano.
-Dame las llaves de tu coche y venga, vámonos.
-Tú no vas a ninguna parte. Lo que nos faltaba, que te pillaran acompañando a una loca con una mano rajada a las siete y media de la mañana a urgencias. Ni de coña Robert, voy yo sola que ya soy mayorcita.
-No, de eso ni hablar. Me importa una mierda lo que digan. Estás impedida y no puedes ir sola.
-Es una mano, por el amor de Dios, Rob. – Pasé mi mano izquierda por mi frente.
-No me jodas, Carla. No puedes ir sola. – Dijo con los ojos desorbitados señalando mi mano derecha.
-Pues tú no vas a venir.
-No puedes ir sola. – Repitió fuera de sí. Cabeceando incomodo. Sin apartar sus ojos de mi mano herida. Aterrado.
-Robert…- Intenté hacerle entrar en razón.
-He dicho que no. Estás sangrando demasiado. Si pierdes el conocimiento o algo… – Su voz se iba apagando. Se calló unos segundos, pensativo. Después sacudió la cabeza. – Necesitas a alguien contigo. O voy yo o llamamos a Rachel.
Puse los ojos en blanco y suspiré profundamente. No podía creerme tanto dramatismo. Él no podía venir, de ningún modo se lo iba a permitir. Y aunque realmente odiaba el hecho de tener que molestar a alguien, y más a Rachel que estaría durmiendo la moña, no podíamos dejar que Robert fuera visto acompañando a una tía a urgencias.
-La llamo y que venga a buscarme al hospital cuando pueda.
-No – Ordenó tajante. – Le esperas tú aquí. Lo que no es muy buena idea dada toda la sangre que estás perdiendo.
Elevé las cejas y desorbité los ojos incrédula.
-¡Por dios, Robert!, nadie se desangra por un corte en la mano.
Fui hacia la cocina a regañadientes mientras él llamaba a Rachel.
Me parecía increíble que estuviera reaccionando de tal manera.
Me quite el trapo empapado en sangre que envolvía mi mano derecha y lo arrojé a la fregadera. Cogí otro nuevo y lo coloqué en la mano lesionada. Apenas sangraba ya, el torniquete estaba cortando la hemorragia con éxito. Me senté en una silla de la cocina apoyando la cabeza en la mesa. Robert vino enseguida. Recogió el paño de la fregadera e hiperventilando se volvió hacia mí con la boca abierta.
-A mí esto me parece demasiada sangre.
-¡Jesús!. Robert, el cuerpo humano tiene mucha más, y el mío no es una excepción. Relájate, por el amor de Dios.
Frunció el ceño y lo volvió a dejar en la fregadera. Todavía nervioso, se acercó a mí y me abrazó.
-Lo siento mucho. – Murmuró afligido, besando la parte más alta de mi cabeza.
-¿El qué? – Que yo fuera la persona más torpe del mundo obviamente no era su culpa.
-El no poder acompañarte ni siquiera a urgencias cuando estás herida. – Su voz fue desapareciendo en mi pelo.
Levanté la cabeza, poniendo los ojos en blanco molesta.
- Rob, cielo, sé que no es tu culpa. Estás aquí. – Sonreí bajando mis manos por sus brazos con cariño. – Preocupado, más de lo estrictamente necesario. Y eso es suficiente.
Tomó mi mano izquierda en sus grandes manos. Acariciándola con sus pulgares despacio. Y agarró la pulserita entre sus dedos corazón, girándola en mi muñeca. Sonreí al verla de nuevo. Era sencillamente perfecta.
-Pero…¡Joder, Carla!. Creo que ésta es la vez que más identificado me he sentido con Edward en toda mi vida. El…no poder estar con… - Pensó en la palabra adecuada. – alguien… sujetando su mano mientras le ponen puntos…- Agitó la cabeza ofuscado. – Es… irreal.
Su gesto estaba apagado. La mirada perdida en mi mano y sus ojos abatidos. Verdaderamente estaba triste y apenado. Quería hacer algo, cualquier cosa, por poder aliviar su angustia, pero no sabía cómo, ni siquiera sabía si yo podía hacerlo.
Aparté sus manos de la mía y la llevé a su cara. Acaricié su cuello, subiendo por su mandíbula hasta su nuca, enmarañando su cabello. La paseé por detrás de su oreja llegando a su mejilla.
Le sonreí.
-Yo no necesito que nadie sujete mi mano mientras me ponen puntos. – Amplié mi sonrisa, indicando que me encontraba perfectamente. Él me la devolvió y asintió deshaciéndose de su decaído gesto. Sonriendo como él solo sabía.
-Lo sé. – Acercó su cara a mi rostro y lo cogió entre sus manos, atrayéndome hacia él. Nuestros labios se besaron, despacio. Rozándose y entrelazándose momentánea y repetidamente.


Rachel no tardó en llegar más de 20 minutos. Cuando oí el timbre me revolví entre sus brazos e intenté levantarme. Él me ayudó a incorporarme, sujetándome por los hombros. Sin soltarme me acompañó a la entrada, agarrándome por el pecho como si no pudiese andar.
Me puso la chaqueta y me besó en la frente delicadamente.
- Vete a casa, Rob. Es muy tarde y tardaremos un rato en volver. – Me miro sin decir nada. – En serio, por favor, vete a tu apartamento y descansa un poco. – Le sonreí tranquilizadoramente y él se me quedó mirando, callado unos segundos, con los ojos entrecerrados. Al final presionó los labios y asintió.
Cuando me monté en el coche Rachel despalideció al comprobar mi mano. Después sin mediar palabra arrancó.
No quise preguntar cuantas normas viales había roto a parte de la de “si bebes no conduzcas”, pero sin duda debían ser unas cuantas, más o menos las mismas que en el trayecto hacia urgencias.
Mientras sonaba Blood en el reproductor, Rachel preguntó:
-Y, ¿se puede saber cómo te has hecho eso?.
-Estábamos bebiendo Champagne, derramé una copa y por inercia perdí el equilibrio cayendo hacia la mesa, una de mis manos quiso amortiguar la caída y se clavó los cristales. – Asintió, sin apartar la mirada de la carretera. No dijo nada. Estaba especialmente callada. También estaba algo asustada por el corte, Robert se lo había explicado como si una bala me hubiese atravesado el cerebro, pero aun así era demasiado silencio para Rachel. Me sentí culpable por haberla molestado, aunque hubiese sido contra mi voluntad.
-Siento mucho haberte despertado. – Se lamió los labios, acomodándose en su asiento, sin dirigir la mirada hacia a mí. Tragó saliva fuerte.
-No me has despertado. – Fruncí el ceño extrañada. Rachel había dicho que se iba a su apartamento cuando nos separamos en los taxis. Confusa, guardé silencio. – He ido a casa de Tom. – Continuó. Elevé las cejas exageradamente. Asombrada, las mantuve en esa posición varios segundos, inquiriendo explicación del capitulo, o capítulos, que me había perdido. – Creo que vamos a intentarlo. Estar, quedar, salir. – Giré mis ojos alrededor de las cuencas y parpadeé un par de veces.
-Ya estáis, quedáis…salís juntos. – Puso los ojos en blanco, todavía sin apartar los ojos del asfalto.
-Ya me entiendes. Probar con… - Se calló, intentando buscar la palabra más apropiada.
-¿Sexo?. – Intenté ayudarla, obviando la respuesta. Se volvió hacia mí por primera vez desde que me había montado en su coche esa noche.
- No, probar con una relación más…íntima. Algo así como ser novios. – Arrugó la nariz, mostrándose reacia ante la palabra. Yo bufé sonriendo. Rachel y Tom eran de esas personas que no podían atarse a nadie más de dos segundos. La palabra “novios” era una de las pocas que no les definía. Utilizarla con ambos a la vez resultaba irónico. – Lo sé, es ridículo. Pero lo hemos pensado mucho. Nos atraemos y no queremos algo pasajero para joder lo que ya tenemos. Así que o pasamos de… lo que sea que estamos sintiendo o lo intentamos en serio. – Asentí asimilándolo. Tenía sentido. Hinché mis mejillas de aire contenido y lo expulsé suavemente. Entrecerré los ojos trastornada. Tom estaba muy bueno y realmente era un encanto pero sólo pensar en él desnudo me perturbaba. Aunque apenas hacía que lo conocía ya era como el amigo intocable. No podía ni imaginarme como Rachel podía simplemente planteárselo cuando era su mejor amigo de toda la vida.
- Wow, te vas a follar a Tom..
- ¡No me voy a follar a Tom! – Me miró furiosa. – Hemos decidido…dejar el sexo a un lado por ahora. La situación ya es suficientemente incomoda sin cuerpos desnudos y sudorosos retozando… - Le di la razón con una cabezada.
-Así que vais a satisfacer vuestros instintos sexuales, claramente más desarrollados que el resto de la humanidad, ¿con?. – Suspiró.
-Podemos pasar una temporada sin sexo. Tampoco será para toda la vida…Espero. Quiero decir que algún día podremos…superarlo. ¿No?. – Se volvió aterrada hacia mí. Yo me reí. Ella tomó aire con fuerza y se mordió el labio inferior desesperada. – No lo sé, ¿vale?. Sólo estamos dejando que las cosas vayan surgiendo. Sí, vamos a ciegas, Yankee. Y también sabemos que lo del sexo va a ser un fracaso absoluto, pero, ¿qué coño quieres que hagamos?. – torcí la boca hacia un lado.
-Pues sinceramente creo que poneros pedo y echar un polvo épico cuanto antes es lo mejor. En ese momento no sentiréis ningún tipo de pudor y la parte incomoda habrá pasado. Ya habréis retozado desnudos y sudorosos y podréis seguir con la relación seminormal que planeáis. – Puso los ojos en blanco ofendida. Yo lo decía en serio.
-Genial. – Contestó con sarcasmo. - ¿Qué clase de consejo estúpido es ese?. – Dejé escapar una carcajada ahogada alucinada.

Al entrar por la puerta de casa dejé las llaves en la cómoda de la entrada y me apoyé en la puerta rendida. Había sido un día más que largo. Suspiré mientras mis manos se dirigían a la cazadora y la retiraban de mi cuerpo.
Arrastré mis piernas por el pasillo deseando pillar la cama, pero a la altura del salón me encontré con Robert con las piernas cruzadas por sus rodillas balanceándose en el sofá.
Cuando me vio transformó su preocupado rostro en su mejor sonrisa. Suspiró relajado.
-¿No creerías en serio que me iba a ir a casa mientras tu vida pendía de un hilo?. – Sonreí poniendo los ojos en blanco, negando con la cabeza al tiempo que él se acercaba a mí y sus brazos me rodeaban fuertemente. Por lo poco que le conocía debía haber sabido perfectamente que el muy cabezota no se iba a ir, pero aun así había tenido la esperanza de que sí. - ¿Cómo de malo ha sido?. – Bufé en su pecho.
-Bueno, aunque no lo creas, no ha sido la mejor experiencia de mi vida, pero no ha estado mal. 10 puntos no son nada. Y ahora tengo la mano anestesiada. – Me reí emocionada mientras le tocaba la cara con la mano vendada. – Nada, no siento absolutamente nada. – Él la apartó con cuidado pero enfadado.
-No hagas eso. Que no sientas el dolor no significa que puedas ir tocando cosas tan pronto. – Me deshice de sus brazos y me di la vuelta cabreada.
-Vale, mama, nada de tocar. – Vi el sobre azul con florecitas descansando en la mesa, me dirigí hacia él y lo cogí con mi mano izquierda. El gesto de irritación se desvaneció en cuanto noté su tacto en mi piel. - ¿Puedo leer por lo menos?, ¿o eso me matara?. – Abrió la boca para decir algo pero la cerró al momento. Se puso colorado y negó con la cabeza.
-A ti no, pero probablemente a mi sí. – Sonreí divertida. Era tan mono cuando algo le daba vergüenza. Con la mirada perdida en el suelo cogió su chaqueta y agregó: - Creo que debería irme y dejarte descansar, ha sido un día muy intenso. Será mejor que te acuestes y recuperes fuerzas. – Negué con la cabeza sonriéndole picaramente.
-Aun tengo algo de lectura ligera pre-sueños. – Me acerqué a él con el sobre en la mano y le levanté la cara para que me mirara. – No te vayas, por favor. Si me vas a ver de todas formas después de que lo lea, al menos que planees fugarte para siempre hoy mismo. – Giró los ojos hacia arriba evitando mi mirada.
-No, claro que no planeo fugarme. Pero no puedo estar junto a ti mientras lo lees. De verdad, voy a morir de vergüenza.
-Por favor. – Puse cara de niña suplicando e intenté fingir una cara merecedora de toda su compasión.
-No, no, no. – Agitó su cabeza hacia los lados.
-Por favor. – Repetí con más intensidad acariciando su cara y su cuello.
Suspiró profundamente soltando el aire con fuerza por la nariz, pasándose las manos por las sienes. Cerró los ojos como si lo que fuera a decir a continuación le costase la vida. Echó la cabeza para atrás y pasó sus brazos a mi alrededor.
-De acuerdo. Pero no me tortures demasiado. – Sonreí ampliamente mostrando todos mis dientes y le besé.
Después de un rato peleando por si debía o no abrir el sobre ya, nos fuimos a la cama. Ya eran las 10 menos cuarto de la mañana y debíamos dormir algo.
Encendí la lamparita de la mesilla de noche y bajé las persianas, dejando la típica nublada mañana londinense tras ellas.
Robert empezó a desvestirse. Deshaciéndose de sus zapatillas con sus propios pies, quitándose después los pantalones. No llevaba ropa interior, así que se dio la vuelta solamente con una camiseta blanca de manga corta, mostrándome su maravilloso culo, meneándolo con cada paso mientras andaba en dirección a la cocina.
Aproveché para ponerme unas bragas y el pijama.
Me metí en la cama dirigiendo mis manos hacia el sobre azul que esperaba sobre el edredón donde yo lo había dejado. Le di vueltas en mis manos muriéndome por abrirlo y leer su contenido. Mi di cuenta de que Rob deseaba justamente lo contrario y que por ese motivo estaba tardando tanto en volver.
Al cabo de unos minutos noté su presencia. Me giré hacia la entrada de la habitación. Él estaba observándome en silencio con unos boxers de cuadros y la camiseta, apoyando su frente en el marco de la puerta. Le sonreí mordiéndome el labio inferior impaciente, haciéndole un gesto con la mano para que entrara y dando un par de palmadas al colchón a mi lado.
Él balanceó la cabeza hacia atrás poniendo cara de dolor, pero con una torturada y torturadora sonrisa cerró la puerta tras de sí, introduciéndose bajo la ropa de cama junto a mí.
Reposó su cuerpo en el cabecero dejando que la luz procedente de la mesilla de su lado le iluminara sus perfectos rasgos endurecidos y sus preciosos ojos azules.
Elevé el sobre en mi mano a la altura de mi cara bajo su atenta mirada.
-¿Puedo abrirlo ya?. – Él suspiró, con los ojos apretados con fuerza y marcando su mandíbula. Los abrió a la vez que el tono de sus mejillas iba en aumento. Pasó su lengua por sus labios y asintió.
Dibujé una enorme sonrisa e inmediatamente después deslicé mis dedos por el interior del sobre sacando dos preciosas hojas azules con las mismas florecitas.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Capitulo 14: Champagne

BS: la cancion Champagne de Pereza no aparece en la historia pero sin duda ha inspirado gran parte del capitulo.

Salíamos todos juntos a la calle cuando los dos taxis que habíamos pedido nos llamaron para comunicar que ya estaban esperando.
Tuvimos que andar varios metros para salir a la calle principal donde habíamos quedado con ellos.
Al cruzar la esquina dos fotógrafos nos esperaban. Más concretamente esperaban a la persona que un segundo antes me agarraba por el hombro, pero que, afortunadamente, había llevado esa misma mano a su pelo. Aun así me tensé por completo porque íbamos demasiado juntos. Sin poder todavía reaccionar, Rachel se puso a hacer el idiota, intentando atraer la atención de los cámaras, bailando en un bordillo. Tropezó y resbaló con el asfalto mojado, yendo a parar de frente en un coche aparcado. Todos, incluida ella, empezamos a partirnos el culo, en el preciso momento en el que me di cuenta de los flashes de las cámaras.
Sin poder parar de reír, nos dirigimos a los coches. No sabía cuál tomar, pero la mano de Tom me introdujo en el más cercano, Robert nos siguió cerrando la puerta tras de sí.
Todavía riendo le miré, él también seguía con la risa floja, pero cuando mis ojos lo encontraron, desdibujó su sonrisa, haciendo una mueca de dolor. Yo le imité nerviosa.
Tom le dijo la dirección de su piso al taxista, quien rápidamente aceleró.
-Lo siento mucho. – Robert se disculpó pasándose las manos por la frente agitadamente. Intenté sonreír pero seguía absolutamente paraliza.
Tom nos abrazó a los dos.
-Venga chicos. Es algo que tenía que pasar en algún momento. No es nada nuevo Rob. Bueno…sí, porque esta vez van a tener razón. Lo que no entiendo es porque no me lo puedo estar tirando yo. – Reflexionó unos segundos, arrugando la nariz, hasta que se volvió hacia mí. – Tranquila, estás guapísima. El pelo en su sitio. – Paseó sus manos por mi pelo, aplastándolo. – Y los rizos que tanto te has esforzado en hacer aun te duran. – Le di un puñetazo en el tríceps, ofendida. No me había esforzado tanto en los rizos. El sonrió, acariciándose el brazo. – Aunque así las fans te van a odiar más. – Se encogió de hombros. - Por lo menos no llevas la chaqueta del revés. Una vez, cuando toda esta locura empezó, salimos de un bar y Rachel llevaba su cazadora del revés. – Empezó a descojonarse. – Y luego…por todos lados estaban las fotos…- Soltó una carcajada sonora. – y la gente le criticaba por eso…- Tomó aire y suspiró profundamente. – Bueno por eso y por “tirarse”- Hizo el gesto de las comillas con la mano. – a Edward Cullen.
Me reí abiertamente. La situación no tenía ninguna gracia. Pero Tom era tan gilipollas que todo lo hacía divertido, así que simplemente no pude evitarlo. Miré a Robert. Tenía la pierna apoyada en el asiento, y su cabeza descansaba en su rodilla, con las manos en las sienes. Tom también le estaba observando. Le dio un codazo y dijo:
-¡Joder Rob!, no seas tan amargado, ¿quieres?. Aun es su cumpleaños. – Técnicamente sólo hasta dentro de un cuarto de hora. – No dejes que esta mierda se lo amargue. A los dos. – Robert levantó la cabeza con la vista todavía al frente. Pero pronto sus ojos me miraron y dibujó su sonrisa. Se la devolví aliviada.
No tardamos en llegar al piso de Tom. Él se bajó.
-Feliz cumpleaños, encanto. – Se inclinó y me dio un beso en la mejilla. – Rob, haz que lo sea. En serio olvidaos del tema por un rato y disfrutad. – Elevó las cejas varias veces riendo. Cerró la puerta y se largó, mientras el coche se ponía en marcha de nuevo.

Durante el resto del trayecto le hicimos caso. No sacamos el asunto en ningún momento, solamente seguimos con la noche como si nada hubiese pasado.
Al entrar al piso, me atrajo a él y me dio un beso.
-Es hora de tus regalos. – Le miré extrañada, frunciendo el ceño. No traía ninguna bolsa, no llevaba nada. Sonriendo se adentró en el pasillo, dirigiéndose al salón. Yo le seguí. Cuando llegué a la sala de estar, él estaba cogiendo una bolsa grande de papel.
-¿De dónde a salido eso? – Inquirí confusa. Su sonrisa se amplió más.
-La ha traído Sandra antes de irse. – Le miré con los ojos entrecerrados. Toda la noche la habían planeado sin que yo supiese nada. Retorcidos.
-Muy amiguitos os habéis hecho tú y Sandra, ¿no?. – Desdibujó su sonrisa, ruborizándose.
-Me mira raro. – Me reí. Como para no.
-Bueno, nos os conocisteis en muy buen momento. – Él inclinó su cabeza hacía la derecha, mordiéndose el labio inferior y asintiendo.
Le sonreí, admirándolo. Todavía seguía colorado.
Dirigí mis ojos ansiosa a la bolsa de papel que tenía entre sus manos. Él se dio cuenta e introdujo sus manos en ella sonriendo.
-De acuerdo. Primero éste. – Me tendió un sobre blanco. Se mordió el labio y se balanceó nervioso mientras yo lo observaba. Lo abrí con cuidado, bastante más nerviosa que él. Deslicé mis dedos temblorosos por la tapa e introduje mis manos dentro, palpando algo parecido a un papel, más suave. Lo saqué. Sonreí ampliamente al ver qué era. Entradas para el Chealsea-Mancherter United. Dos entradas. Antes de que mi cabeza divagara sobre su significado él lo aclaró. – La segunda no…bueno no es para mí. No es que no quiera ir contigo. – Dijo apresurado. – Créeme que es algo que me encantaría, pero ni siquiera es buena idea que vaya yo sólo a un estadio, así que imagínate contigo… Y no quería que fueras sola, puedes ir con quien quieras.- Sacudió la cabeza, sonriendo incómodamente.
-Tranquilo lo entiendo perf… - No me dejó acabar.
-De verdad que no es por ti ni nada de eso, simplemente sería como echarte a los leones…y después de las fotos de antes…- Asentí intentando parecer relajada, pero la verdad es que estaba acojonada. – Lo siento mucho…- Se pasó una mano por el pelo. – Van a hablar de ti seguro, y…puede que digan…cosas que te…te puedan afectar y…
-Robert, para.
-Pero es que…
- ¡Joder!, déjame hablar. – Se calló. - Relájate. Sé como va todo esto, ¿ok?. Ya he estado en el otro lado de la valla, sé lo que puedo esperar. Y también sé a la perfección que no es tu culpa. Así que respira. – Le tranquilicé mientras mi pulso alterado me delataba. Había estado en el otro lado, y por eso mismo estaba completamente aterrada. Sonreí intentando cambiar de tema. – Vale, quiero el otro.
Sonrió todavía algo apenado. Introdujo una mano en la bolsa, y sacó un pequeño envoltorio dorado con un lacito. Se dio la vuelta hacia mí, alargando su brazo. Lo cogí y lo miré con dulzura. El paquetito ya era una monada. Él me miraba impaciente, dibujando una sonrisa tensa. Me deshice del envoltorio y saqué una cajita púrpura brillante. Contuve la respiración y la abrí despacio.
-Wow – Exhalé con fuerza. - ¡Oh dios!, es preciosa. – Le miré emocionada. Él sonreía ampliamente, relajado y radiante. Volví los ojos a mi regalo. Era una pulsera con cuentas de Pandora. Nueve, que se deslizaban con gracia por la cadena.
-Rachel me dijo que querías una. – Elevé la mirada hacia él, frunciendo el ceño. No lo recordaba. Pero sí, mi mente fue unas semanas atrás. Rachel y yo sentadas con las piernas entrelazas en el camerino. Leyendo una revista de moda, la Elle, analizándolo todo, incluso los anuncios. Recordé uno de Pandora, y sí, había comentado que me encantaría tener una. Siempre había querido que me regalaran una, ir rellenándola de momentos importantes. Sonreí inmensamente mirándola de nuevo. – Sólo hay nueve. Son los días que hemos pasado juntos. Cada cuenta significa algo y…por si… tú no le ves el sentido he…he escrito esto. – Me enseñó otro sobre azul celeste con florecitas secas. Elevé las cejas, incrédula. – El sobre también lo ha elegido ella. – Confesó visiblemente avergonzado. Asentí sonriendo mientras procedía a destapar su contenido, pero mis manos se paralizaron ante su petición. - ¡No!, por favor. Preferiría que lo leyeras en otro momento, sin…Sola. – Sus mejillas se colorearon de un rojo intenso, con la vista en el sobre. Sonreí, adorando cada una de sus reacciones. Suspiré exaltada.
-Claro. Muchísimas gracias. – Se la entregué para que me la pusiera en la muñeca izquierda. Él la abrió y con sumo cuidado la colocó alrededor de mi delgada muñeca. - Es preciosa, de verdad Rob…bert- Acabé entrecortada. El calor de mi cuerpo se elevó, y todo el riego sanguíneo se concentró en mi cara, notando cada palpitar intensamente en mis mejillas, imitando con exactitud a las de Rob-bert. Jamás le había llamado Rob, no sabía si el diminutivo era algo reservado para sus amistades, familia…gente muy próxima a él. Dirigió sus ojos hacia mí, encontrándose con los míos completamente arrepentidos y dibujó una gran sonrisa, divertido.
- Hey, puedes llamarme Rob. – Aproximó su cuerpo hacia el mío y elevó una mano a la altura de mi cara, acercándola a mi ardiente mejilla, acariciándola con dulzura. – ¿Cómo no vas a poder?. – Se inclinó más cerca de mí, susurrando. – De hecho puedes llamarme como quieras, baby. – Y sus labios rozaron los míos con cuidado. Besándolos despacio y suavemente. Me miro intensamente. – En serio, como quieras. – Sonreí pensando en como quería yo llamarle.
No lo digas. No lo digas.
-¿Como yo quiera? – Asintió enérgicamente. Me mordí el labio intentándolo con todas mis fuerzas pero…- ¿Roberto? – No pude evitarlo.
Lo has dicho.
Noté como mi mente se abofeteaba a sí misma. Pero la sonrisa de Rob se amplió, soltando una risita.
-¿Es en español? – Asentí avergonzada. – Pues entonces, Roberto es todo tuyo. – Volvió a acercarse a mi boca todavía sonriendo.
Ja, ¿decías?. ¡Oh dios!, este hombre iba a matarme.
Me volvió a separar todavía sonriendo. Y se giró hacia la bolsa de nuevo.
-Y…Champage francés. – Acercó la botella, poniéndola en mis manos.
-Umm Moet & Chandon…Buen gusto Monsenoir. Aunque a mí con una cerveza me vale, ¿eh?.
-Sí, y a mí. De hecho lo prefiero. Pero, no sé, quería brindar con algo…más especial. No todos los días se cumplen años. – Sonreí mientras seguía mirándome con su media sonrisa imperturbable, y me besaba fuerte los labios. Se separó con la misma sonrisa, pasándose la lengua por el labio inferior. Le miré fijamente, intentando coger aire. Sin duda, Dios me amaba.
-Venga, brindemos. –Tiré de él hacia la cocina, abrazándome a su espalda. Allí cogí dos copas. – Son nuevas. Bueno, llevan aquí desde el primer año de Sandra, pero aun no se han estrenado. – Le pasé la botella a Rob para que la abriera. Y me senté en la mesa con las piernas colgando. La cabeza ya me daba vueltas sin necesidad de más alcohol.
Observé a Robert maravillada, como siempre, como quitaba el precinto y desenrollaba el envoltorio metálico, cuando lo consiguió me miró y sonrió con las cejas elevadas, guiñándome un ojo. Se acercó a la mesa con la botella en las manos. La apoyó al lado de las copas y se colocó entre mis piernas, las cuales le abrazaron instantáneamente.
- Y, ¿Por qué vamos a brindar?. – Preguntó en mi oído.
- Ah, pues no sé. Tú eres el que ha traído el champagne.
Recorrió mi cuello con sus besos, subiendo hasta mi mandíbula.
-Umm, no sé. No encuentro ningún motivo. ¿A lo mejor porque la tía más guapa de toda España - Me derretía cuando hablaba en español.- y si me apuras Europa entera cumple 23 años?.
-¿Sólo Europa? – Fingí ofenderme, él sonrió abiertamente. – Umm pues me parece un buen motivo. – Le quité la chaqueta mientras introducía mis manos por debajo de su camiseta. Paseándolas por toda su espalda. Nuestros labios se exploraban cada vez más ansiosos.
Colocó sus manos por debajo de mi vestido hasta alcanzar mi cintura, la cual acarició suavemente por encima de las medias. Las agarro y tiro de ellas hacia abajo. Me levanté un poco manteniendo el equilibrio, sujetándome fuerte a él con las piernas. Y pude sentir lo contento que eso le estaba poniendo.
Me volví a sentar en la mesa, mientras él me miraba excitado bajando los panties por mis hidratadas piernas. Volvió a colocarse entre mí. Y su ánimo no había bajado ni un ápice. Le quité la camiseta rápidamente perdiendo el contacto con su boca, y besé su pecho desnudo con cuidado, mientras arañaba cariñosamente su espalda. Espiró fuertemente en mi cuello, introduciendo una mano entre mi tanga, quitándolo despacio. Al liberarlo de mis piernas lo miró y dijo, mordiéndose el labio:
-Me gusta éste.- Sonreí atrayéndolo a mí por la bragueta. Empecé a desabrochar los botones uno a uno. Deshaciéndome de sus pantalones al acabar, y también de sus boxers. Él juntó nuestras caderas fuertemente. Yo paré y le aparté, cogiendo con las manos su cara que estaba perdida en mi cuello, devorándolo con lujuria.
-No hemos brindado. – Puso los ojos en blanco desesperado.
-¿En serio? – Me reí, cogiendo la botella y descorchándola con fuerza. Todo el champagne salió a borbotones, mojando mi vestido y mi cuerpo semidesnudo. Él negó con la cabeza riendo.
-Eso da muy mala suerte.
- ¿Ah sí?. – Pregunté mordiéndome el labio. – Creo que la maldición se anula si lo chupas. – Sonrió abiertamente. Recorrió mi cuello mojado con su dedo índice y lo introdujo en mi boca. Lo chupé, largo y erecto, dibujando un círculo con la lengua y mordiendo la punta. Sus penetrantes ojos verdes no se movieron ni un instante, siguiendo el movimiento de mi boca.
Entonces, hizo todo lo posible para que el destino no se pusiera en mi contra. Lamiendo mi cuello a la vez que desabrochaba la cremallera del vestido e iba bajando sus labios por mi pecho hasta el estomago. Ambos nos íbamos encendiendo más y más a cada milímetro de mi cuerpo que él iba recorriendo. Llegó a mi entrepierna y le levanté la cabeza, no iba a dejar que se entretuviera. Por esa zona estaba todo cubierto. Íbamos a brindar como dios mandaba. Así que mientras mis manos se posicionaban en sus caderas a conciencia, pegándole a mí con todas mis fuerzas, se introdujo en mí. Ambos soltamos el aire que conteníamos con fuerza. Sonriendo ardientemente, mientras salía muy, muy despacio de mi. Sin previo aviso se volvió a introducir, rápidamente, hasta el fondo. Repitió el proceso varias veces, pero la postura no le permitía penetrarme completamente. Elevé mi pierna derecha hasta su hombro, acercando mis caderas mucho más a él, sintiéndole mucho más cerca, mucho más dentro. Cerré los ojos complacida por la nueva sensación, cuando mi estómago se sacudió. Doblé la rodilla en su omoplato, abrazando su cuello. Él sonrió gratificado. Aun con su sonrisa, sujetó mi pierna y mi cadera y volvió a salir lentamente. Al volver a entrar, sentí como estimulaba mi punto g con toda su longitud, absolutamente dura y fuerte. Este ángulo le permitía embestirme con violencia fácilmente, haciéndome perder el sentido en escasos minutos. Conforme el ritmo de sus movimientos aumentaba, mi cuerpo se iba entregando más y más a la lujuria. Mi estomago se agitaba con cada una de sus embestidas, cada vez que lo sentía rellenarme por completo, golpeando el cuello de mi útero. Mi cuerpo se sacudía, temblando de placer. Podía notarle endurecerse más por momentos, gimiendo en silencio, apretando sus manos vigorosamente en mi cuerpo, pegando su frente a la mía, con la respiración completamente desbocada. Mis manos se aferraban a su grandioso culo, atrayéndolo hacia mí, intentando con todas mis fuerzas que no quedara ni un milímetro de espacio entre los dos.
El ritmo de sus movimientos volvió a acelerarse sin control, indicándome que se acercaba su orgasmo. Cada una de mis terminaciones nerviosas se volvió mucho más sensible, notándolo en todo su esplendor. Ahogué gritos en cada embestida, mordiendo con fuerza su cuello, donde mi cabeza descansaba.
La espera se estaba haciendo insoportable. Divina espera. Hasta que sentí como mis músculos se contraían violentamente entorno a él, con bruscos espasmos de mis piernas, haciendo chocar nuestras caderas con ímpetu. Él explotó en el mismo instante en el que deje de sacudirme, agitando todo su cuerpo, exhalando fuertemente en mi boca.
-Joderrrrrr…
Relajó sus manos y bajó lentamente mi pierna, acariciándola. Mis manos envolvieron su cuello, paseándose gustosamente por su pelo y mis labios besaron los suyos dulcemente.
Se me quedó mirando fijamente con sus preciosos e intensos ojos verdes, con la respiración todavía entrecortada, acariciando con su pulgar mi mejilla, besándome pausadamente.
Me separé un poco de él, quitando una mano de su cuello y apoyándola en la mesa, echando mi espalda hacia atrás, dejándola descansar. Dirigí la otra en la misma dirección, pero conforme bajaba, mi codo derecho golpeó algo, que cayó y se rompió en mil pedazos justo en el preciso momento en el que mi mano se apoyaba en la mesa, sobre los cristales de copa que se acababa de hacer añicos.
-¡¡AH!! – Grité de dolor, al notar los punzantes cristales penetrar mi piel.

martes, 3 de noviembre de 2009

Capitulo 13: Happy b-day!

El sonido del vibrador me despertó. Era media noche y por tanto mi cumpleaños. Oficialmente no cumplía 23 hasta las 6 de la mañana pero…El primer mensaje era de mi hermano. Seguido llegó el de mi madre. Me alegré de que se hubieran acordado de la hora de diferencia y de no haber sido felicitada a las 11 de la noche. Sabían que “madrugaba” y me llamarían al día siguiente.
Un par de amigas, un amigo y… mi ex. No sabía nada de él desde mi llegada a Londres pero sonreí enormemente al recibir su mensaje. Le echaba de menos pero no me arrepentía ni un poco de haberlo acabado de esa manera.
Mientras le recordaba y extrañaba nuestra antigua relación el móvil volvió a vibrar. Otro mensaje.

Happy b-day!
Espero que estés teniendo un placentero descanso
y unos dulces sueños.
No madrugues mucho que mañana te quiero
muy despierta, tengo muchas sorpresas.
Un beso
Robert


PVRobert
Le di a enviar con los dedos temblorosos. Aunque sabía que estaba durmiendo quería que se despertará por la mañana y viera mi felicitación.
Me recosté en la cama. Dejé el móvil en la mesilla y en cambio, cogí la bolsita de papel que contenía mi regalo. Saqué la cajita con el envoltorio destrozado. El cello ya no pegaba, por lo que se abría por todo lados. Ya había perdido la cuenta de las veces que lo había abierto. Pero estaba tan nervioso que no podía evitarlo. Detrás de ese envoltorio, detrás de esa diminuta caja, se encontraba algo muy especial para mí. Significaba mucho y esperaba de verdad que también lo hiciera para ella.
Vi la botella sobresaliendo de la bolsa colocada en la mesa de enfrente de la cama. Era un día especial para ella, y también para mí. Me estaba abriendo a ella, mostrándole todo lo que me estaba haciendo sentir. Quería demostrarle que para mí era algo más que un rollo pasajero. Me gustaba, mucho, y necesitaba que ella lo supiera.
Así que esa noche brindaríamos por su cumpleaños pero también por nosotros. Y ambas cosas merecían celebrarse con algo especial, digno del acontecimiento.
Estaba excitado, como si fuera mi cumpleaños pero hace 10 años. Y hecho un flan… Respiraba entrecortadamente y no podía dejar de pensar en ella y en lo que iba a hacer en unas horas.
Volví a intentar envolver la cajita con el papel brillante, haciendo fuerza con mi dedo índice sobre el cello para que se pegara, pero la labor fue completamente infructuosa. Cabreado, lo arranqué con violencia terminándomelo de cargar. Suspiré profundamente y dejé la caja en la mesilla.
Escribí un mensaje a Rachel:
He jodido el puto papel de envolver.
Sí, no he dejado de abrirlo en todo el día, ¿algún problema?.
Mañana tendrás que acompañarme a comprar otro o hacer algo.
Llámame cuando te despiertes, capulla.
Te quiero.


PVCarla
De nuevo el sonido del móvil me despertó. Lo cogí sobresaltada. Eran mis padres. ¡Joder!, me había quedado dormida sin poner el despertador y ya eran más de las doce…
-Hola.
-¡Felicidades, cariño!. – La voz de mi madre sonó dulcemente al otro lado de la línea.
-Gracias ma.
-¿Estabas dormida? – Preguntó recelosa.
-No, claro que no. – Mentí. No quería escuchar una charla… Yo quería ir a clase pero tenía que estar descansada. Sandra me lo había ordenado y…bueno también Robert Pattinson…Y esto último no era algo fácil de explicar.
-¿Y esa voz? – Obviamente mi madre no era tonta.
-Tengo la garganta algo cogida. Ya sabes el frío londinense. – Se quedó callada un momento engañándose a si misma y creyéndome como buena madre que era.
-Abrígate, cielo. Que por allá hace mucho frío y vais siempre medio desnudas. – Puse los ojos en blanco, sin contestarle. - ¿Y que tal todo?, ¿el trabajo? – Genial, la tía sabia ir al grano.
-Pues muy bien, muy contenta con todo. El trabajo estupendo como siempre, y las clases también. Todo bien.
Mentirosa.
No podía decirle la verdad…Cuanto menos tiempo se preocuparan por lo que estaba haciendo o dejando de hacer, mejor. Además iba a echar currículos enseguida, algo me saldría pronto. Y lo de la película…ya se lo diría. Quedaban meses hasta su estreno, había tiempo.

El temporal de mis padres ya había pasado. Mi señor padre también había querido saber sobre mis olvidados estudios y mi abandonado trabajo.
Pero lo había superado sin problemas y con mentiras.
Ahora me esperaba uno nuevo y mucho más difícil de capear. Sandra.
Salí de la habitación con cuidado intentando no hacer ruido, rezando para que estuviera fuera de casa. Pero no. A la altura de la cocina me interceptó.
-Tienes.Que.Contarmelo.T-O-D-O. – Era directa. Abrí la boca intentando decirle algo pero su mirada me daba miedo. Relajó la cara ante mi gesto de frustración y sonrió.
-¡Felicidades cariño! – Se abalanzó sobre mí, abrazándome con fuerza y besándome por toda la cara. Intenté deshacerme de ella, pero ni mis movimientos de cabeza, ni el intento de mis piernas por escapar de allí corriendo, ni mis brazos empujando su cuerpo en todas las direcciones consiguieron nada. Cuando acabó su tortura me soltó, volviendo a su cara de loca asesina.- No, en serio. Tienes.Que.Contarmelo.T-O-D-O. – Se volvió a relajar sonriendo. - ¡Joder, Carla!, que es Robert Pattinson. ¡¡Robert Pattinson!!. Que no estamos hablando del vecino del cuarto. No. Es Robert Pattinson. Tú te estas tirando a Robert Pattinson. – Afirmó sacudiendo la cabeza con los ojos desorbitados. Algo se le paso por la cabeza y volvió a tensarse. - ¿Te lo estas tirando?.- Asentí algo avergonzada. Puso los ojos en blanco, tapándose la cara con las manos. - ¡Oh dios mío! – Mordiéndose el labio inferior con fuerza preguntó. – ¿Y cómo es? – Colocó sus nudillos en la boca intentando contener un gemido. Las dos habíamos estado al borde del colapso solamente imaginándonos cosas de este tipo. Que una de las dos lo supiera a ciencia cierta tenía que ser como poco desesperante.
Le intenté informar más o menos de todo. Obvié detalles demasiado íntimos y también “olvidé” comentar mi enamoramiento absurdo pero claramente existente. Aunque eso era algo obvio. El enamoramiento absurdo había estado ahí desde la primera vez que lo vi. Y ella lo sabía. Sabía que yo lo tenía y sabía qué se sentía porque también lo había vivido.
Cuando nos fue posible dejar de hablar de EL HOMBRE, me contó que Rachel le había llamado esa mañana, informándola de todo el itinerario y el protocolo de acción sobre mí. No tenía que enterarme de nada hasta el momento exacto de la llegada a donde fuera que fuese. Rachel era así. Una zorra manipuladora encantadora. Estaba segura de que lo había planeado todo a la perfección y yo no sabría nada hasta la hora de la cena, las 8.
-¿Tan tarde?
-Sí, quieren que no haya mucha gente, que la zona esté un poco despejada. Al parecer la tía del cumple se folla a Robert Pattinson… - Me reí. ¡Oh, sí! La tía del cumple se follaba a Robert Pattinson.

Cuando llegó el momento, comencé a prepararme.
Estaba emocionada y expectante. Nerviosa como hacía años no me ponía por un jodido cumpleaños. Se las habían arreglado para mantener la sorpresa en secreto y el saber que había algo pero no saber nada sobre ello era exactamente tan matador como Rachel esperaba.
Me puse un vestido beige con encaje tostado por encima. Unos leotardos negros y los botines de tacón negros.
Ojos ahumados, eye-liner, máscara de pestañas, colorete y vaselina.
Y me ondulé el pelo con las planchas, nada demasiado exagerado, pero algo…especial.
Sandra también se arreglo más de lo que ella acostumbraba. Cuando la vi, enarqué las cejas sorprendida.
-¿Qué pasa?. Nos vamos a codear con vips, ¿no?. Pues que se note. – Solté una carcajada.
-No te creas tú que van vestidos de vips precisamente. Seguro que tú eres la más divina. – Me sonrió entusiasmada, levantándose y pasando su brazo por mi hombro, llevándome hacia la entrada.
-Bueno, déjame que te dirija a tu súper party.
Cogí mi cazadora de charol y mi bolso de cadenita y me deje guiar…

Nos montamos en un taxi al bajar a la calle, Sandra se sentó delante, enseñándole un papel con la dirección en vez de decirla en alto. Esto ya era pasarse un poco.
Pero en cuanto en Finforough el coche torció hacia Old Brompton en vez de seguir por Fulham St para ir al centro como yo suponía, supe exactamente a donde nos dirigíamos.
No conocía más que un local en Old Brompton, pero encajaba a la perfección con una cena de cumpleaños de una española. Sonreí al ver que los ojos de Sandra me miraban por el retrovisor, elevando las cejas.
Íbamos a cenar en Cambio de Tercio, el mejor restaurante español de todo Londres.
Aluciné literalmente cuando entré, había estado una vez no hacía mucho y era un restaurante serio y elegante, pero lo habían transformado por completo.
Rachel, y no sé por qué me daba que alguien con más influencia, se las habían arreglado para que el restaurante sirviera la cena a las 8 de la noche, que cerrara para todo el mundo y que luego permitieran una fiesta hasta altas horas de la madrugada.
Las paredes pintadas de colores cálidos, rojos, fucsias y naranjas estaban iluminadas por luces de colores.
Todas las mesas habían desaparecido y sólo había una larga y pequeña donde los platos ya estaban colocados.
La mayor parte del comedor era una improvisada pista de baile con un pequeño escenario y un karaoke.

La mayoría de los invitados ya habían llegado. Todos hablaban por grupos animadamente, pero se volvieron a mi anunciada llegada en cuanto Rachel empezó a gritar y a saltar sobre mí intentando felicitarme lo más efusivamente que sabía.
La siguiente en abrazarme fue Susan que había venido con el resto del reparto. Vanessa y Luke. También David y Mark dos cámaras con los que habíamos congeniado mucho. Y por supuesto Jack que se acercó avergonzado, sonriendo tímidamente. Me abrazó con fuerza.
-¿Por qué sólo han pasado dos días y me parece una eternidad?- Preguntó torturado.
-No sé, a mí me pasa igual. – Le sonreí ampliamente, me alegraba tanto de verle.
-Felicidades.
-Gracias. Has venido muy guapo. – Tonteé con él. – Pero la ducha con Guerlain ha sido excesiva. – Se olió la camiseta sonrojándose.
-Sí, ¿no?. – Asentí riéndome.
Sandra seguía a mi lado. La presenté a los que estaban cerca y mientras entablaban conversación eché un vistazo a la sala buscando a mi principal invitado. Lo vi mirándome cerca del escenario con Tom, Sam, Marion, Taylor, Ruby y Cisco. Sonrió cuando nuestros ojos se encontraron. Entonces Marion me saludó con la mano emocionada haciendo un gesto para que me acercara a ellos.
Interrumpí a Sandra y le indiqué que me acompañara excusándola de Luke que ya le estaba echando fichas.
Robert me abrazó cuando estuve lo suficientemente cerca. Juntó su cara para darme un beso. Había mucha gente delante, así que torcí la cabeza para que sus labios se posaran en mi mejilla. Pero él también lo hizo y el efecto se contrarrestó. Torpemente nuestros labios se rozaron sin querer. Volvió a girar su cara, ahora sí posando un dulce y casto beso en mi mejilla izquierda. Después susurró en mi oído un aterciopelado “Felicidades” y me regaló su sonrisa, sonrojado al separarnos
Después de los pertinentes saludos y felicitaciones, les presenté a Sandra. Cuando llegó el momento de Robert, ambos se tensaron avergonzados. Rob se puso colorado como un tomate y sin levantar los ojos del suelo le dio dos besos rápidos.
Ella y yo nos ausentamos un momento para dejar los bolsos y las chaquetas en la entrada.
Robert nos interceptó en el camino de vuelta con una bolsa en la mano.
Sonreí tímidamente y alterada, muy alterada. Creí que era mi regalo pero se la tendió a Sandra. Mi corazón decepcionado se relajó, volviendo a su ritmo normalmente acelerado en presencia de Robert Pattinson.
-Son un par de camisetas que Carla me prestó cuando…- Tragó saliva evitando el contacto con los anonadados ojos de Sandra. – Creo que son de tu novio. Las ha lavado mi madre así que no te preocupes porque estén…no soy un cerdo o algo…- Se cayó un segundo lamiéndose el labio inferior y pasándose las manos por el pelo. – Gracias. – Me miro a mí suplicando algo de ayuda. Paseé mis manos por su espalda cariñosamente.
-Está bien Robert. ¿Verdad, Sandra.? – Ella, todavía sin voz, asintió mirándole fijamente.

Después de la cena, muchos de los asistentes se fueron, ya que era tarde y muchos trabajaban. Al final nos quedamos los de siempre: todos los amigos de Rachel, a los que el trabajar al día siguiente no les suponía demasiado, ella, Jack, Sandra y yo.
Por supuesto seguimos con la fiesta. Cantando en el karaoke, como no, canciones españolas. La Macarena, Que viva España, Mi Carro, Paquito el Chocolatero…y el resto del cancionero popular.
Era descojonante escucharlos cantándolas en su improvisado español. Rachel, Tom, Sam y Tay a penas se bajaron del escenario. Rachel cantó prácticamente todas. Rob fue el más aclamado pero se negó a subir.

Rachel y Tom cantaban a dúo el Aserejé cuando vi a Jack. De pie, bailando no muy animadamente y apartado del grupo, pero sonriendo.
De pronto me miro y su sonrisa se ensanchó. Me acerqué a él.
-Lo estás dando todo, ¿eh?.
-Estoy algo cansado. Pero muy buena fiesta, digna de la anfitriona.
-No estoy yo muy segura de que yo sea la anfitriona. – Soltó una carcajada. Él conocía tan bien a Rachel como yo. – Creo que me voy a ir ya.
-No, Jack, quédate. – A penas había estado con él y de verdad me apetecía aprovechar algo de tiempo.
-No, en serio C. Estoy agotado. – Bostezó, asintiendo. Arrugó la nariz y las cejas. Cerrando los ojos al final. Cuando acabó. Siguió con la nariz arrugada y la boca medio abierta, pensando en algo un par de segundos. – Pero me lo he pasado muy bien. Además estás en buena compañía. – Echó una mirada furtiva, con los ojos entrecerrados a Robert. Después me volvió a mirar sonriendo. – Me alegro mucho de verte. – Elevó más las comisuras de su sonrisa. Le abracé. Tenía ese efecto sobre mí. Me despertaba tanta ternura que necesitaba achucharle todo el rato, esa sonrisa me mataba.
-Esta semana quedamos. Una cena o algo, ¿sí?. – Amplió su sonrisa.
-Claro. Genial. Te llamo, ¿vale?. – Asentí. Le di un beso fuerte en la mejilla. – Acariciando su cara.
-Vamos que te acompaño.
Fui con él hasta el final de la sala-comedor y nos despedimos.
Cuando iba a darme la vuelta sentí como unos fuertes brazos me rodeaban la cintura. Un cálido cuerpo pegarse al mío, y unos suaves labios recorrer mi cuello despacio hasta mi oído.
-No hemos tenido ni un instante a solas. – Sonreí, agradecida a todas la deidades habidas y por haber.
-Tampoco nos escondemos de nadie, ¿no?. – Acaricié sus tensos brazos a mi alrededor.
-Que va...Sólo de millones de personas alrededor del mundo...pero nada preocupante. – Me giró hacia él. Juntando nuestras caderas. Nuestros labios se encontraron por primera vez en todo el día. Ansiosos por la espera y aliviados por fin.
Se abrieron sinergicamente, dejando a nuestras lenguas entrelazarse, explorándose despacio.
Nos separamos sonriendo y él dibujó el contorno de mi mandíbula con sus dedos.
-Hoy creo que tienes compañía en tu piso. – Enarcó las cejas, sin dejar de acompañar el movimiento de su mano con la mirada.
-Pues sí. – Afirmé haciendo un gesto de resignación con la boca.
-Mi apartamento está libre pero...no creo que sea...
-Lo sé. – Me miro apenado. ¿Por qué coño no podía ir a su apartamiento cuando quisiera y con quien quisiera?. – Pero puedo obligar a Sandra a que duerma con el ipod.
-Me parece muy buena idea. – Me regaló su sonrisa pre-sexo antes de volverme a besar. Uno rápido e intenso. Bajó su mano por mi brazo hasta entrecruzarla con la mía. Acariciándola y tirando de mí hacia adentro de la sala.
Rachel y Tom seguían arriba, pero ahora se les haban unido Ruby y Sam. Estaban cantando, y bailando, de nuevo la Macarena. Se lo estaban pasando todos en grande. Y me alegraba, pero era muy penoso que tuvieran ese esperpento de impresión de los españoles.
Sandra no tardó en acercarse para decirme que se iba. Eran las tres y la pobre entraba a trabajar a las ocho de la mañana.
-Voy a dormir en el piso de Chris. – Sonreí apretando y mostrando todos los dientes. No tuve ni que habérselo pedido. Pero antes de que pudiera contestarle aclaró. – Sólo por esta noche. Aunque tenga sus llaves sabes que no me gusta pasearme por ahí cuando él está en Alemania. – Asentí. – Yyyy si algún día Ed Westwick se cruza en mi camino te quiero fuera de casa tres semanas. Porque pienso retenerlo contra su voluntad hasta morir de un orgasmo.
-Si algún día Ed Westwick se cruza en tu camino deberás plantearte seriamente un trío con tu compañera de piso.
-Ja. No he oído yo ninguna charla sobre tríos y Robert Pattinson por aquí...
-No, no, no...Además tú tienes novio. – Puso los ojos en blanco apenada.
Marion, Tay y Cisco se fueron con ella.
Mientras que los demás seguimos con la descarada deshonra a la patria, y a la música en general...

El restaurante tenía permiso hasta las cinco de la mañana y conforme se acercó la hora tuvimos que recogerlo todo.
Robert empezó a ponerse nervioso. Aún estando ambos más que ebrios, lo podía notar. Se paso las manos por el pelo un millón de veces más que de normal. No paraba de rascarse las cejas. Y no dejaba de retorcerse las manos, presionando los nudillos. Hablando por los codos, diciendo tonterías y negando con la cabeza extrañado de sus propios comentarios. Estaba alterado por algo y eso me asustaba y me inquietaba a partes iguales. Me asustaba y me inquietaba a partes iguales mucho.