viernes, 27 de noviembre de 2009

Capitulo 15: Blood

Rob me levantó instintivamente de la mesa y me apoyó en el suelo junto a la encimera.
-¡Joder! ¿te encuentras bien?. – Dolía, y tenía la vista nublada de la impresión, pero sí, me encontraba más o menos bien. Asentí con una mueca de dolor.
Una gota de sangre cayó al suelo. La hemorragia sangraba con celeridad. Robert giró mi muñeca con cuidado para observar la herida. Un pedazo de cristal de unos 7cm estaba clavado justamente en el centro de mi mano, empapada ya en sangre.
-¡Dios!. Tenemos que ir a urgencias ya. – Recogió su ropa lo más rápido que pudo y se vistió. – Voy a por algo para ti. – Se fue directo hacia mi habitación.
-Trae un lazo. En el segundo cajón de la cómoda a la izquierda. – Grité. Tenía que parar la hemorragia de alguna manera. Cogí un paño de cocina limpio y envolví mi mano con él. La cocina se estaba poniendo perdida.
Robert vino agitado. Dejó la ropa en la encimera y cogió el lazo. Rápidamente lo anudó con fuerza alrededor de mi muñeca derecha. Le sonreí de verdad, estaba totalmente asustado y yo estaba bien.
-Rob sólo es un poco de sangre. Un par de puntos y ya.
-Coño un poco… ¡te vas a desangrar!. – Solté una carcajada mientras él se daba la vuelta y cogía un pantalón vaquero. – Levántala. – Se agachó con él en las manos y le dio un golpecito a una de mis piernas. La levanté y la introdujo en uno de los caños del pantalón deprisa pero con cuidado.
-Sé vestirme sola, gracias.
-Estás sangrando, mucho. – Puse los ojos en blanco, mientras él subía el otro caño por la otra pierna y me abrochaba el botón y me subía la cremallera del vaquero. Me di cuenta de que no llevaba ropa interior. – No hay tiempo para bragas y esas cosas. – Se dio la vuelta y cogió una camiseta ancha, la arrugó agarrándola por el cuello y la acercó a mi cabeza. La metí por el agujero correspondiente y luego introduje mi brazo por el de un lado. La mano dañada costó más porque Robert estaba empeñado en que eso me mataría. Cuando pude alejarlo de mí unos centímetros conseguí colocarme la camiseta por completo. Después él se volvió a pegar a mí y me puso los botines.
Salió disparado hacía el salón, y volvió en un segundo con nuestras chaquetas en la mano.
-Dame las llaves de tu coche y venga, vámonos.
-Tú no vas a ninguna parte. Lo que nos faltaba, que te pillaran acompañando a una loca con una mano rajada a las siete y media de la mañana a urgencias. Ni de coña Robert, voy yo sola que ya soy mayorcita.
-No, de eso ni hablar. Me importa una mierda lo que digan. Estás impedida y no puedes ir sola.
-Es una mano, por el amor de Dios, Rob. – Pasé mi mano izquierda por mi frente.
-No me jodas, Carla. No puedes ir sola. – Dijo con los ojos desorbitados señalando mi mano derecha.
-Pues tú no vas a venir.
-No puedes ir sola. – Repitió fuera de sí. Cabeceando incomodo. Sin apartar sus ojos de mi mano herida. Aterrado.
-Robert…- Intenté hacerle entrar en razón.
-He dicho que no. Estás sangrando demasiado. Si pierdes el conocimiento o algo… – Su voz se iba apagando. Se calló unos segundos, pensativo. Después sacudió la cabeza. – Necesitas a alguien contigo. O voy yo o llamamos a Rachel.
Puse los ojos en blanco y suspiré profundamente. No podía creerme tanto dramatismo. Él no podía venir, de ningún modo se lo iba a permitir. Y aunque realmente odiaba el hecho de tener que molestar a alguien, y más a Rachel que estaría durmiendo la moña, no podíamos dejar que Robert fuera visto acompañando a una tía a urgencias.
-La llamo y que venga a buscarme al hospital cuando pueda.
-No – Ordenó tajante. – Le esperas tú aquí. Lo que no es muy buena idea dada toda la sangre que estás perdiendo.
Elevé las cejas y desorbité los ojos incrédula.
-¡Por dios, Robert!, nadie se desangra por un corte en la mano.
Fui hacia la cocina a regañadientes mientras él llamaba a Rachel.
Me parecía increíble que estuviera reaccionando de tal manera.
Me quite el trapo empapado en sangre que envolvía mi mano derecha y lo arrojé a la fregadera. Cogí otro nuevo y lo coloqué en la mano lesionada. Apenas sangraba ya, el torniquete estaba cortando la hemorragia con éxito. Me senté en una silla de la cocina apoyando la cabeza en la mesa. Robert vino enseguida. Recogió el paño de la fregadera e hiperventilando se volvió hacia mí con la boca abierta.
-A mí esto me parece demasiada sangre.
-¡Jesús!. Robert, el cuerpo humano tiene mucha más, y el mío no es una excepción. Relájate, por el amor de Dios.
Frunció el ceño y lo volvió a dejar en la fregadera. Todavía nervioso, se acercó a mí y me abrazó.
-Lo siento mucho. – Murmuró afligido, besando la parte más alta de mi cabeza.
-¿El qué? – Que yo fuera la persona más torpe del mundo obviamente no era su culpa.
-El no poder acompañarte ni siquiera a urgencias cuando estás herida. – Su voz fue desapareciendo en mi pelo.
Levanté la cabeza, poniendo los ojos en blanco molesta.
- Rob, cielo, sé que no es tu culpa. Estás aquí. – Sonreí bajando mis manos por sus brazos con cariño. – Preocupado, más de lo estrictamente necesario. Y eso es suficiente.
Tomó mi mano izquierda en sus grandes manos. Acariciándola con sus pulgares despacio. Y agarró la pulserita entre sus dedos corazón, girándola en mi muñeca. Sonreí al verla de nuevo. Era sencillamente perfecta.
-Pero…¡Joder, Carla!. Creo que ésta es la vez que más identificado me he sentido con Edward en toda mi vida. El…no poder estar con… - Pensó en la palabra adecuada. – alguien… sujetando su mano mientras le ponen puntos…- Agitó la cabeza ofuscado. – Es… irreal.
Su gesto estaba apagado. La mirada perdida en mi mano y sus ojos abatidos. Verdaderamente estaba triste y apenado. Quería hacer algo, cualquier cosa, por poder aliviar su angustia, pero no sabía cómo, ni siquiera sabía si yo podía hacerlo.
Aparté sus manos de la mía y la llevé a su cara. Acaricié su cuello, subiendo por su mandíbula hasta su nuca, enmarañando su cabello. La paseé por detrás de su oreja llegando a su mejilla.
Le sonreí.
-Yo no necesito que nadie sujete mi mano mientras me ponen puntos. – Amplié mi sonrisa, indicando que me encontraba perfectamente. Él me la devolvió y asintió deshaciéndose de su decaído gesto. Sonriendo como él solo sabía.
-Lo sé. – Acercó su cara a mi rostro y lo cogió entre sus manos, atrayéndome hacia él. Nuestros labios se besaron, despacio. Rozándose y entrelazándose momentánea y repetidamente.


Rachel no tardó en llegar más de 20 minutos. Cuando oí el timbre me revolví entre sus brazos e intenté levantarme. Él me ayudó a incorporarme, sujetándome por los hombros. Sin soltarme me acompañó a la entrada, agarrándome por el pecho como si no pudiese andar.
Me puso la chaqueta y me besó en la frente delicadamente.
- Vete a casa, Rob. Es muy tarde y tardaremos un rato en volver. – Me miro sin decir nada. – En serio, por favor, vete a tu apartamento y descansa un poco. – Le sonreí tranquilizadoramente y él se me quedó mirando, callado unos segundos, con los ojos entrecerrados. Al final presionó los labios y asintió.
Cuando me monté en el coche Rachel despalideció al comprobar mi mano. Después sin mediar palabra arrancó.
No quise preguntar cuantas normas viales había roto a parte de la de “si bebes no conduzcas”, pero sin duda debían ser unas cuantas, más o menos las mismas que en el trayecto hacia urgencias.
Mientras sonaba Blood en el reproductor, Rachel preguntó:
-Y, ¿se puede saber cómo te has hecho eso?.
-Estábamos bebiendo Champagne, derramé una copa y por inercia perdí el equilibrio cayendo hacia la mesa, una de mis manos quiso amortiguar la caída y se clavó los cristales. – Asintió, sin apartar la mirada de la carretera. No dijo nada. Estaba especialmente callada. También estaba algo asustada por el corte, Robert se lo había explicado como si una bala me hubiese atravesado el cerebro, pero aun así era demasiado silencio para Rachel. Me sentí culpable por haberla molestado, aunque hubiese sido contra mi voluntad.
-Siento mucho haberte despertado. – Se lamió los labios, acomodándose en su asiento, sin dirigir la mirada hacia a mí. Tragó saliva fuerte.
-No me has despertado. – Fruncí el ceño extrañada. Rachel había dicho que se iba a su apartamento cuando nos separamos en los taxis. Confusa, guardé silencio. – He ido a casa de Tom. – Continuó. Elevé las cejas exageradamente. Asombrada, las mantuve en esa posición varios segundos, inquiriendo explicación del capitulo, o capítulos, que me había perdido. – Creo que vamos a intentarlo. Estar, quedar, salir. – Giré mis ojos alrededor de las cuencas y parpadeé un par de veces.
-Ya estáis, quedáis…salís juntos. – Puso los ojos en blanco, todavía sin apartar los ojos del asfalto.
-Ya me entiendes. Probar con… - Se calló, intentando buscar la palabra más apropiada.
-¿Sexo?. – Intenté ayudarla, obviando la respuesta. Se volvió hacia mí por primera vez desde que me había montado en su coche esa noche.
- No, probar con una relación más…íntima. Algo así como ser novios. – Arrugó la nariz, mostrándose reacia ante la palabra. Yo bufé sonriendo. Rachel y Tom eran de esas personas que no podían atarse a nadie más de dos segundos. La palabra “novios” era una de las pocas que no les definía. Utilizarla con ambos a la vez resultaba irónico. – Lo sé, es ridículo. Pero lo hemos pensado mucho. Nos atraemos y no queremos algo pasajero para joder lo que ya tenemos. Así que o pasamos de… lo que sea que estamos sintiendo o lo intentamos en serio. – Asentí asimilándolo. Tenía sentido. Hinché mis mejillas de aire contenido y lo expulsé suavemente. Entrecerré los ojos trastornada. Tom estaba muy bueno y realmente era un encanto pero sólo pensar en él desnudo me perturbaba. Aunque apenas hacía que lo conocía ya era como el amigo intocable. No podía ni imaginarme como Rachel podía simplemente planteárselo cuando era su mejor amigo de toda la vida.
- Wow, te vas a follar a Tom..
- ¡No me voy a follar a Tom! – Me miró furiosa. – Hemos decidido…dejar el sexo a un lado por ahora. La situación ya es suficientemente incomoda sin cuerpos desnudos y sudorosos retozando… - Le di la razón con una cabezada.
-Así que vais a satisfacer vuestros instintos sexuales, claramente más desarrollados que el resto de la humanidad, ¿con?. – Suspiró.
-Podemos pasar una temporada sin sexo. Tampoco será para toda la vida…Espero. Quiero decir que algún día podremos…superarlo. ¿No?. – Se volvió aterrada hacia mí. Yo me reí. Ella tomó aire con fuerza y se mordió el labio inferior desesperada. – No lo sé, ¿vale?. Sólo estamos dejando que las cosas vayan surgiendo. Sí, vamos a ciegas, Yankee. Y también sabemos que lo del sexo va a ser un fracaso absoluto, pero, ¿qué coño quieres que hagamos?. – torcí la boca hacia un lado.
-Pues sinceramente creo que poneros pedo y echar un polvo épico cuanto antes es lo mejor. En ese momento no sentiréis ningún tipo de pudor y la parte incomoda habrá pasado. Ya habréis retozado desnudos y sudorosos y podréis seguir con la relación seminormal que planeáis. – Puso los ojos en blanco ofendida. Yo lo decía en serio.
-Genial. – Contestó con sarcasmo. - ¿Qué clase de consejo estúpido es ese?. – Dejé escapar una carcajada ahogada alucinada.

Al entrar por la puerta de casa dejé las llaves en la cómoda de la entrada y me apoyé en la puerta rendida. Había sido un día más que largo. Suspiré mientras mis manos se dirigían a la cazadora y la retiraban de mi cuerpo.
Arrastré mis piernas por el pasillo deseando pillar la cama, pero a la altura del salón me encontré con Robert con las piernas cruzadas por sus rodillas balanceándose en el sofá.
Cuando me vio transformó su preocupado rostro en su mejor sonrisa. Suspiró relajado.
-¿No creerías en serio que me iba a ir a casa mientras tu vida pendía de un hilo?. – Sonreí poniendo los ojos en blanco, negando con la cabeza al tiempo que él se acercaba a mí y sus brazos me rodeaban fuertemente. Por lo poco que le conocía debía haber sabido perfectamente que el muy cabezota no se iba a ir, pero aun así había tenido la esperanza de que sí. - ¿Cómo de malo ha sido?. – Bufé en su pecho.
-Bueno, aunque no lo creas, no ha sido la mejor experiencia de mi vida, pero no ha estado mal. 10 puntos no son nada. Y ahora tengo la mano anestesiada. – Me reí emocionada mientras le tocaba la cara con la mano vendada. – Nada, no siento absolutamente nada. – Él la apartó con cuidado pero enfadado.
-No hagas eso. Que no sientas el dolor no significa que puedas ir tocando cosas tan pronto. – Me deshice de sus brazos y me di la vuelta cabreada.
-Vale, mama, nada de tocar. – Vi el sobre azul con florecitas descansando en la mesa, me dirigí hacia él y lo cogí con mi mano izquierda. El gesto de irritación se desvaneció en cuanto noté su tacto en mi piel. - ¿Puedo leer por lo menos?, ¿o eso me matara?. – Abrió la boca para decir algo pero la cerró al momento. Se puso colorado y negó con la cabeza.
-A ti no, pero probablemente a mi sí. – Sonreí divertida. Era tan mono cuando algo le daba vergüenza. Con la mirada perdida en el suelo cogió su chaqueta y agregó: - Creo que debería irme y dejarte descansar, ha sido un día muy intenso. Será mejor que te acuestes y recuperes fuerzas. – Negué con la cabeza sonriéndole picaramente.
-Aun tengo algo de lectura ligera pre-sueños. – Me acerqué a él con el sobre en la mano y le levanté la cara para que me mirara. – No te vayas, por favor. Si me vas a ver de todas formas después de que lo lea, al menos que planees fugarte para siempre hoy mismo. – Giró los ojos hacia arriba evitando mi mirada.
-No, claro que no planeo fugarme. Pero no puedo estar junto a ti mientras lo lees. De verdad, voy a morir de vergüenza.
-Por favor. – Puse cara de niña suplicando e intenté fingir una cara merecedora de toda su compasión.
-No, no, no. – Agitó su cabeza hacia los lados.
-Por favor. – Repetí con más intensidad acariciando su cara y su cuello.
Suspiró profundamente soltando el aire con fuerza por la nariz, pasándose las manos por las sienes. Cerró los ojos como si lo que fuera a decir a continuación le costase la vida. Echó la cabeza para atrás y pasó sus brazos a mi alrededor.
-De acuerdo. Pero no me tortures demasiado. – Sonreí ampliamente mostrando todos mis dientes y le besé.
Después de un rato peleando por si debía o no abrir el sobre ya, nos fuimos a la cama. Ya eran las 10 menos cuarto de la mañana y debíamos dormir algo.
Encendí la lamparita de la mesilla de noche y bajé las persianas, dejando la típica nublada mañana londinense tras ellas.
Robert empezó a desvestirse. Deshaciéndose de sus zapatillas con sus propios pies, quitándose después los pantalones. No llevaba ropa interior, así que se dio la vuelta solamente con una camiseta blanca de manga corta, mostrándome su maravilloso culo, meneándolo con cada paso mientras andaba en dirección a la cocina.
Aproveché para ponerme unas bragas y el pijama.
Me metí en la cama dirigiendo mis manos hacia el sobre azul que esperaba sobre el edredón donde yo lo había dejado. Le di vueltas en mis manos muriéndome por abrirlo y leer su contenido. Mi di cuenta de que Rob deseaba justamente lo contrario y que por ese motivo estaba tardando tanto en volver.
Al cabo de unos minutos noté su presencia. Me giré hacia la entrada de la habitación. Él estaba observándome en silencio con unos boxers de cuadros y la camiseta, apoyando su frente en el marco de la puerta. Le sonreí mordiéndome el labio inferior impaciente, haciéndole un gesto con la mano para que entrara y dando un par de palmadas al colchón a mi lado.
Él balanceó la cabeza hacia atrás poniendo cara de dolor, pero con una torturada y torturadora sonrisa cerró la puerta tras de sí, introduciéndose bajo la ropa de cama junto a mí.
Reposó su cuerpo en el cabecero dejando que la luz procedente de la mesilla de su lado le iluminara sus perfectos rasgos endurecidos y sus preciosos ojos azules.
Elevé el sobre en mi mano a la altura de mi cara bajo su atenta mirada.
-¿Puedo abrirlo ya?. – Él suspiró, con los ojos apretados con fuerza y marcando su mandíbula. Los abrió a la vez que el tono de sus mejillas iba en aumento. Pasó su lengua por sus labios y asintió.
Dibujé una enorme sonrisa e inmediatamente después deslicé mis dedos por el interior del sobre sacando dos preciosas hojas azules con las mismas florecitas.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Capitulo 14: Champagne

BS: la cancion Champagne de Pereza no aparece en la historia pero sin duda ha inspirado gran parte del capitulo.

Salíamos todos juntos a la calle cuando los dos taxis que habíamos pedido nos llamaron para comunicar que ya estaban esperando.
Tuvimos que andar varios metros para salir a la calle principal donde habíamos quedado con ellos.
Al cruzar la esquina dos fotógrafos nos esperaban. Más concretamente esperaban a la persona que un segundo antes me agarraba por el hombro, pero que, afortunadamente, había llevado esa misma mano a su pelo. Aun así me tensé por completo porque íbamos demasiado juntos. Sin poder todavía reaccionar, Rachel se puso a hacer el idiota, intentando atraer la atención de los cámaras, bailando en un bordillo. Tropezó y resbaló con el asfalto mojado, yendo a parar de frente en un coche aparcado. Todos, incluida ella, empezamos a partirnos el culo, en el preciso momento en el que me di cuenta de los flashes de las cámaras.
Sin poder parar de reír, nos dirigimos a los coches. No sabía cuál tomar, pero la mano de Tom me introdujo en el más cercano, Robert nos siguió cerrando la puerta tras de sí.
Todavía riendo le miré, él también seguía con la risa floja, pero cuando mis ojos lo encontraron, desdibujó su sonrisa, haciendo una mueca de dolor. Yo le imité nerviosa.
Tom le dijo la dirección de su piso al taxista, quien rápidamente aceleró.
-Lo siento mucho. – Robert se disculpó pasándose las manos por la frente agitadamente. Intenté sonreír pero seguía absolutamente paraliza.
Tom nos abrazó a los dos.
-Venga chicos. Es algo que tenía que pasar en algún momento. No es nada nuevo Rob. Bueno…sí, porque esta vez van a tener razón. Lo que no entiendo es porque no me lo puedo estar tirando yo. – Reflexionó unos segundos, arrugando la nariz, hasta que se volvió hacia mí. – Tranquila, estás guapísima. El pelo en su sitio. – Paseó sus manos por mi pelo, aplastándolo. – Y los rizos que tanto te has esforzado en hacer aun te duran. – Le di un puñetazo en el tríceps, ofendida. No me había esforzado tanto en los rizos. El sonrió, acariciándose el brazo. – Aunque así las fans te van a odiar más. – Se encogió de hombros. - Por lo menos no llevas la chaqueta del revés. Una vez, cuando toda esta locura empezó, salimos de un bar y Rachel llevaba su cazadora del revés. – Empezó a descojonarse. – Y luego…por todos lados estaban las fotos…- Soltó una carcajada sonora. – y la gente le criticaba por eso…- Tomó aire y suspiró profundamente. – Bueno por eso y por “tirarse”- Hizo el gesto de las comillas con la mano. – a Edward Cullen.
Me reí abiertamente. La situación no tenía ninguna gracia. Pero Tom era tan gilipollas que todo lo hacía divertido, así que simplemente no pude evitarlo. Miré a Robert. Tenía la pierna apoyada en el asiento, y su cabeza descansaba en su rodilla, con las manos en las sienes. Tom también le estaba observando. Le dio un codazo y dijo:
-¡Joder Rob!, no seas tan amargado, ¿quieres?. Aun es su cumpleaños. – Técnicamente sólo hasta dentro de un cuarto de hora. – No dejes que esta mierda se lo amargue. A los dos. – Robert levantó la cabeza con la vista todavía al frente. Pero pronto sus ojos me miraron y dibujó su sonrisa. Se la devolví aliviada.
No tardamos en llegar al piso de Tom. Él se bajó.
-Feliz cumpleaños, encanto. – Se inclinó y me dio un beso en la mejilla. – Rob, haz que lo sea. En serio olvidaos del tema por un rato y disfrutad. – Elevó las cejas varias veces riendo. Cerró la puerta y se largó, mientras el coche se ponía en marcha de nuevo.

Durante el resto del trayecto le hicimos caso. No sacamos el asunto en ningún momento, solamente seguimos con la noche como si nada hubiese pasado.
Al entrar al piso, me atrajo a él y me dio un beso.
-Es hora de tus regalos. – Le miré extrañada, frunciendo el ceño. No traía ninguna bolsa, no llevaba nada. Sonriendo se adentró en el pasillo, dirigiéndose al salón. Yo le seguí. Cuando llegué a la sala de estar, él estaba cogiendo una bolsa grande de papel.
-¿De dónde a salido eso? – Inquirí confusa. Su sonrisa se amplió más.
-La ha traído Sandra antes de irse. – Le miré con los ojos entrecerrados. Toda la noche la habían planeado sin que yo supiese nada. Retorcidos.
-Muy amiguitos os habéis hecho tú y Sandra, ¿no?. – Desdibujó su sonrisa, ruborizándose.
-Me mira raro. – Me reí. Como para no.
-Bueno, nos os conocisteis en muy buen momento. – Él inclinó su cabeza hacía la derecha, mordiéndose el labio inferior y asintiendo.
Le sonreí, admirándolo. Todavía seguía colorado.
Dirigí mis ojos ansiosa a la bolsa de papel que tenía entre sus manos. Él se dio cuenta e introdujo sus manos en ella sonriendo.
-De acuerdo. Primero éste. – Me tendió un sobre blanco. Se mordió el labio y se balanceó nervioso mientras yo lo observaba. Lo abrí con cuidado, bastante más nerviosa que él. Deslicé mis dedos temblorosos por la tapa e introduje mis manos dentro, palpando algo parecido a un papel, más suave. Lo saqué. Sonreí ampliamente al ver qué era. Entradas para el Chealsea-Mancherter United. Dos entradas. Antes de que mi cabeza divagara sobre su significado él lo aclaró. – La segunda no…bueno no es para mí. No es que no quiera ir contigo. – Dijo apresurado. – Créeme que es algo que me encantaría, pero ni siquiera es buena idea que vaya yo sólo a un estadio, así que imagínate contigo… Y no quería que fueras sola, puedes ir con quien quieras.- Sacudió la cabeza, sonriendo incómodamente.
-Tranquilo lo entiendo perf… - No me dejó acabar.
-De verdad que no es por ti ni nada de eso, simplemente sería como echarte a los leones…y después de las fotos de antes…- Asentí intentando parecer relajada, pero la verdad es que estaba acojonada. – Lo siento mucho…- Se pasó una mano por el pelo. – Van a hablar de ti seguro, y…puede que digan…cosas que te…te puedan afectar y…
-Robert, para.
-Pero es que…
- ¡Joder!, déjame hablar. – Se calló. - Relájate. Sé como va todo esto, ¿ok?. Ya he estado en el otro lado de la valla, sé lo que puedo esperar. Y también sé a la perfección que no es tu culpa. Así que respira. – Le tranquilicé mientras mi pulso alterado me delataba. Había estado en el otro lado, y por eso mismo estaba completamente aterrada. Sonreí intentando cambiar de tema. – Vale, quiero el otro.
Sonrió todavía algo apenado. Introdujo una mano en la bolsa, y sacó un pequeño envoltorio dorado con un lacito. Se dio la vuelta hacia mí, alargando su brazo. Lo cogí y lo miré con dulzura. El paquetito ya era una monada. Él me miraba impaciente, dibujando una sonrisa tensa. Me deshice del envoltorio y saqué una cajita púrpura brillante. Contuve la respiración y la abrí despacio.
-Wow – Exhalé con fuerza. - ¡Oh dios!, es preciosa. – Le miré emocionada. Él sonreía ampliamente, relajado y radiante. Volví los ojos a mi regalo. Era una pulsera con cuentas de Pandora. Nueve, que se deslizaban con gracia por la cadena.
-Rachel me dijo que querías una. – Elevé la mirada hacia él, frunciendo el ceño. No lo recordaba. Pero sí, mi mente fue unas semanas atrás. Rachel y yo sentadas con las piernas entrelazas en el camerino. Leyendo una revista de moda, la Elle, analizándolo todo, incluso los anuncios. Recordé uno de Pandora, y sí, había comentado que me encantaría tener una. Siempre había querido que me regalaran una, ir rellenándola de momentos importantes. Sonreí inmensamente mirándola de nuevo. – Sólo hay nueve. Son los días que hemos pasado juntos. Cada cuenta significa algo y…por si… tú no le ves el sentido he…he escrito esto. – Me enseñó otro sobre azul celeste con florecitas secas. Elevé las cejas, incrédula. – El sobre también lo ha elegido ella. – Confesó visiblemente avergonzado. Asentí sonriendo mientras procedía a destapar su contenido, pero mis manos se paralizaron ante su petición. - ¡No!, por favor. Preferiría que lo leyeras en otro momento, sin…Sola. – Sus mejillas se colorearon de un rojo intenso, con la vista en el sobre. Sonreí, adorando cada una de sus reacciones. Suspiré exaltada.
-Claro. Muchísimas gracias. – Se la entregué para que me la pusiera en la muñeca izquierda. Él la abrió y con sumo cuidado la colocó alrededor de mi delgada muñeca. - Es preciosa, de verdad Rob…bert- Acabé entrecortada. El calor de mi cuerpo se elevó, y todo el riego sanguíneo se concentró en mi cara, notando cada palpitar intensamente en mis mejillas, imitando con exactitud a las de Rob-bert. Jamás le había llamado Rob, no sabía si el diminutivo era algo reservado para sus amistades, familia…gente muy próxima a él. Dirigió sus ojos hacia mí, encontrándose con los míos completamente arrepentidos y dibujó una gran sonrisa, divertido.
- Hey, puedes llamarme Rob. – Aproximó su cuerpo hacia el mío y elevó una mano a la altura de mi cara, acercándola a mi ardiente mejilla, acariciándola con dulzura. – ¿Cómo no vas a poder?. – Se inclinó más cerca de mí, susurrando. – De hecho puedes llamarme como quieras, baby. – Y sus labios rozaron los míos con cuidado. Besándolos despacio y suavemente. Me miro intensamente. – En serio, como quieras. – Sonreí pensando en como quería yo llamarle.
No lo digas. No lo digas.
-¿Como yo quiera? – Asintió enérgicamente. Me mordí el labio intentándolo con todas mis fuerzas pero…- ¿Roberto? – No pude evitarlo.
Lo has dicho.
Noté como mi mente se abofeteaba a sí misma. Pero la sonrisa de Rob se amplió, soltando una risita.
-¿Es en español? – Asentí avergonzada. – Pues entonces, Roberto es todo tuyo. – Volvió a acercarse a mi boca todavía sonriendo.
Ja, ¿decías?. ¡Oh dios!, este hombre iba a matarme.
Me volvió a separar todavía sonriendo. Y se giró hacia la bolsa de nuevo.
-Y…Champage francés. – Acercó la botella, poniéndola en mis manos.
-Umm Moet & Chandon…Buen gusto Monsenoir. Aunque a mí con una cerveza me vale, ¿eh?.
-Sí, y a mí. De hecho lo prefiero. Pero, no sé, quería brindar con algo…más especial. No todos los días se cumplen años. – Sonreí mientras seguía mirándome con su media sonrisa imperturbable, y me besaba fuerte los labios. Se separó con la misma sonrisa, pasándose la lengua por el labio inferior. Le miré fijamente, intentando coger aire. Sin duda, Dios me amaba.
-Venga, brindemos. –Tiré de él hacia la cocina, abrazándome a su espalda. Allí cogí dos copas. – Son nuevas. Bueno, llevan aquí desde el primer año de Sandra, pero aun no se han estrenado. – Le pasé la botella a Rob para que la abriera. Y me senté en la mesa con las piernas colgando. La cabeza ya me daba vueltas sin necesidad de más alcohol.
Observé a Robert maravillada, como siempre, como quitaba el precinto y desenrollaba el envoltorio metálico, cuando lo consiguió me miró y sonrió con las cejas elevadas, guiñándome un ojo. Se acercó a la mesa con la botella en las manos. La apoyó al lado de las copas y se colocó entre mis piernas, las cuales le abrazaron instantáneamente.
- Y, ¿Por qué vamos a brindar?. – Preguntó en mi oído.
- Ah, pues no sé. Tú eres el que ha traído el champagne.
Recorrió mi cuello con sus besos, subiendo hasta mi mandíbula.
-Umm, no sé. No encuentro ningún motivo. ¿A lo mejor porque la tía más guapa de toda España - Me derretía cuando hablaba en español.- y si me apuras Europa entera cumple 23 años?.
-¿Sólo Europa? – Fingí ofenderme, él sonrió abiertamente. – Umm pues me parece un buen motivo. – Le quité la chaqueta mientras introducía mis manos por debajo de su camiseta. Paseándolas por toda su espalda. Nuestros labios se exploraban cada vez más ansiosos.
Colocó sus manos por debajo de mi vestido hasta alcanzar mi cintura, la cual acarició suavemente por encima de las medias. Las agarro y tiro de ellas hacia abajo. Me levanté un poco manteniendo el equilibrio, sujetándome fuerte a él con las piernas. Y pude sentir lo contento que eso le estaba poniendo.
Me volví a sentar en la mesa, mientras él me miraba excitado bajando los panties por mis hidratadas piernas. Volvió a colocarse entre mí. Y su ánimo no había bajado ni un ápice. Le quité la camiseta rápidamente perdiendo el contacto con su boca, y besé su pecho desnudo con cuidado, mientras arañaba cariñosamente su espalda. Espiró fuertemente en mi cuello, introduciendo una mano entre mi tanga, quitándolo despacio. Al liberarlo de mis piernas lo miró y dijo, mordiéndose el labio:
-Me gusta éste.- Sonreí atrayéndolo a mí por la bragueta. Empecé a desabrochar los botones uno a uno. Deshaciéndome de sus pantalones al acabar, y también de sus boxers. Él juntó nuestras caderas fuertemente. Yo paré y le aparté, cogiendo con las manos su cara que estaba perdida en mi cuello, devorándolo con lujuria.
-No hemos brindado. – Puso los ojos en blanco desesperado.
-¿En serio? – Me reí, cogiendo la botella y descorchándola con fuerza. Todo el champagne salió a borbotones, mojando mi vestido y mi cuerpo semidesnudo. Él negó con la cabeza riendo.
-Eso da muy mala suerte.
- ¿Ah sí?. – Pregunté mordiéndome el labio. – Creo que la maldición se anula si lo chupas. – Sonrió abiertamente. Recorrió mi cuello mojado con su dedo índice y lo introdujo en mi boca. Lo chupé, largo y erecto, dibujando un círculo con la lengua y mordiendo la punta. Sus penetrantes ojos verdes no se movieron ni un instante, siguiendo el movimiento de mi boca.
Entonces, hizo todo lo posible para que el destino no se pusiera en mi contra. Lamiendo mi cuello a la vez que desabrochaba la cremallera del vestido e iba bajando sus labios por mi pecho hasta el estomago. Ambos nos íbamos encendiendo más y más a cada milímetro de mi cuerpo que él iba recorriendo. Llegó a mi entrepierna y le levanté la cabeza, no iba a dejar que se entretuviera. Por esa zona estaba todo cubierto. Íbamos a brindar como dios mandaba. Así que mientras mis manos se posicionaban en sus caderas a conciencia, pegándole a mí con todas mis fuerzas, se introdujo en mí. Ambos soltamos el aire que conteníamos con fuerza. Sonriendo ardientemente, mientras salía muy, muy despacio de mi. Sin previo aviso se volvió a introducir, rápidamente, hasta el fondo. Repitió el proceso varias veces, pero la postura no le permitía penetrarme completamente. Elevé mi pierna derecha hasta su hombro, acercando mis caderas mucho más a él, sintiéndole mucho más cerca, mucho más dentro. Cerré los ojos complacida por la nueva sensación, cuando mi estómago se sacudió. Doblé la rodilla en su omoplato, abrazando su cuello. Él sonrió gratificado. Aun con su sonrisa, sujetó mi pierna y mi cadera y volvió a salir lentamente. Al volver a entrar, sentí como estimulaba mi punto g con toda su longitud, absolutamente dura y fuerte. Este ángulo le permitía embestirme con violencia fácilmente, haciéndome perder el sentido en escasos minutos. Conforme el ritmo de sus movimientos aumentaba, mi cuerpo se iba entregando más y más a la lujuria. Mi estomago se agitaba con cada una de sus embestidas, cada vez que lo sentía rellenarme por completo, golpeando el cuello de mi útero. Mi cuerpo se sacudía, temblando de placer. Podía notarle endurecerse más por momentos, gimiendo en silencio, apretando sus manos vigorosamente en mi cuerpo, pegando su frente a la mía, con la respiración completamente desbocada. Mis manos se aferraban a su grandioso culo, atrayéndolo hacia mí, intentando con todas mis fuerzas que no quedara ni un milímetro de espacio entre los dos.
El ritmo de sus movimientos volvió a acelerarse sin control, indicándome que se acercaba su orgasmo. Cada una de mis terminaciones nerviosas se volvió mucho más sensible, notándolo en todo su esplendor. Ahogué gritos en cada embestida, mordiendo con fuerza su cuello, donde mi cabeza descansaba.
La espera se estaba haciendo insoportable. Divina espera. Hasta que sentí como mis músculos se contraían violentamente entorno a él, con bruscos espasmos de mis piernas, haciendo chocar nuestras caderas con ímpetu. Él explotó en el mismo instante en el que deje de sacudirme, agitando todo su cuerpo, exhalando fuertemente en mi boca.
-Joderrrrrr…
Relajó sus manos y bajó lentamente mi pierna, acariciándola. Mis manos envolvieron su cuello, paseándose gustosamente por su pelo y mis labios besaron los suyos dulcemente.
Se me quedó mirando fijamente con sus preciosos e intensos ojos verdes, con la respiración todavía entrecortada, acariciando con su pulgar mi mejilla, besándome pausadamente.
Me separé un poco de él, quitando una mano de su cuello y apoyándola en la mesa, echando mi espalda hacia atrás, dejándola descansar. Dirigí la otra en la misma dirección, pero conforme bajaba, mi codo derecho golpeó algo, que cayó y se rompió en mil pedazos justo en el preciso momento en el que mi mano se apoyaba en la mesa, sobre los cristales de copa que se acababa de hacer añicos.
-¡¡AH!! – Grité de dolor, al notar los punzantes cristales penetrar mi piel.

martes, 3 de noviembre de 2009

Capitulo 13: Happy b-day!

El sonido del vibrador me despertó. Era media noche y por tanto mi cumpleaños. Oficialmente no cumplía 23 hasta las 6 de la mañana pero…El primer mensaje era de mi hermano. Seguido llegó el de mi madre. Me alegré de que se hubieran acordado de la hora de diferencia y de no haber sido felicitada a las 11 de la noche. Sabían que “madrugaba” y me llamarían al día siguiente.
Un par de amigas, un amigo y… mi ex. No sabía nada de él desde mi llegada a Londres pero sonreí enormemente al recibir su mensaje. Le echaba de menos pero no me arrepentía ni un poco de haberlo acabado de esa manera.
Mientras le recordaba y extrañaba nuestra antigua relación el móvil volvió a vibrar. Otro mensaje.

Happy b-day!
Espero que estés teniendo un placentero descanso
y unos dulces sueños.
No madrugues mucho que mañana te quiero
muy despierta, tengo muchas sorpresas.
Un beso
Robert


PVRobert
Le di a enviar con los dedos temblorosos. Aunque sabía que estaba durmiendo quería que se despertará por la mañana y viera mi felicitación.
Me recosté en la cama. Dejé el móvil en la mesilla y en cambio, cogí la bolsita de papel que contenía mi regalo. Saqué la cajita con el envoltorio destrozado. El cello ya no pegaba, por lo que se abría por todo lados. Ya había perdido la cuenta de las veces que lo había abierto. Pero estaba tan nervioso que no podía evitarlo. Detrás de ese envoltorio, detrás de esa diminuta caja, se encontraba algo muy especial para mí. Significaba mucho y esperaba de verdad que también lo hiciera para ella.
Vi la botella sobresaliendo de la bolsa colocada en la mesa de enfrente de la cama. Era un día especial para ella, y también para mí. Me estaba abriendo a ella, mostrándole todo lo que me estaba haciendo sentir. Quería demostrarle que para mí era algo más que un rollo pasajero. Me gustaba, mucho, y necesitaba que ella lo supiera.
Así que esa noche brindaríamos por su cumpleaños pero también por nosotros. Y ambas cosas merecían celebrarse con algo especial, digno del acontecimiento.
Estaba excitado, como si fuera mi cumpleaños pero hace 10 años. Y hecho un flan… Respiraba entrecortadamente y no podía dejar de pensar en ella y en lo que iba a hacer en unas horas.
Volví a intentar envolver la cajita con el papel brillante, haciendo fuerza con mi dedo índice sobre el cello para que se pegara, pero la labor fue completamente infructuosa. Cabreado, lo arranqué con violencia terminándomelo de cargar. Suspiré profundamente y dejé la caja en la mesilla.
Escribí un mensaje a Rachel:
He jodido el puto papel de envolver.
Sí, no he dejado de abrirlo en todo el día, ¿algún problema?.
Mañana tendrás que acompañarme a comprar otro o hacer algo.
Llámame cuando te despiertes, capulla.
Te quiero.


PVCarla
De nuevo el sonido del móvil me despertó. Lo cogí sobresaltada. Eran mis padres. ¡Joder!, me había quedado dormida sin poner el despertador y ya eran más de las doce…
-Hola.
-¡Felicidades, cariño!. – La voz de mi madre sonó dulcemente al otro lado de la línea.
-Gracias ma.
-¿Estabas dormida? – Preguntó recelosa.
-No, claro que no. – Mentí. No quería escuchar una charla… Yo quería ir a clase pero tenía que estar descansada. Sandra me lo había ordenado y…bueno también Robert Pattinson…Y esto último no era algo fácil de explicar.
-¿Y esa voz? – Obviamente mi madre no era tonta.
-Tengo la garganta algo cogida. Ya sabes el frío londinense. – Se quedó callada un momento engañándose a si misma y creyéndome como buena madre que era.
-Abrígate, cielo. Que por allá hace mucho frío y vais siempre medio desnudas. – Puse los ojos en blanco, sin contestarle. - ¿Y que tal todo?, ¿el trabajo? – Genial, la tía sabia ir al grano.
-Pues muy bien, muy contenta con todo. El trabajo estupendo como siempre, y las clases también. Todo bien.
Mentirosa.
No podía decirle la verdad…Cuanto menos tiempo se preocuparan por lo que estaba haciendo o dejando de hacer, mejor. Además iba a echar currículos enseguida, algo me saldría pronto. Y lo de la película…ya se lo diría. Quedaban meses hasta su estreno, había tiempo.

El temporal de mis padres ya había pasado. Mi señor padre también había querido saber sobre mis olvidados estudios y mi abandonado trabajo.
Pero lo había superado sin problemas y con mentiras.
Ahora me esperaba uno nuevo y mucho más difícil de capear. Sandra.
Salí de la habitación con cuidado intentando no hacer ruido, rezando para que estuviera fuera de casa. Pero no. A la altura de la cocina me interceptó.
-Tienes.Que.Contarmelo.T-O-D-O. – Era directa. Abrí la boca intentando decirle algo pero su mirada me daba miedo. Relajó la cara ante mi gesto de frustración y sonrió.
-¡Felicidades cariño! – Se abalanzó sobre mí, abrazándome con fuerza y besándome por toda la cara. Intenté deshacerme de ella, pero ni mis movimientos de cabeza, ni el intento de mis piernas por escapar de allí corriendo, ni mis brazos empujando su cuerpo en todas las direcciones consiguieron nada. Cuando acabó su tortura me soltó, volviendo a su cara de loca asesina.- No, en serio. Tienes.Que.Contarmelo.T-O-D-O. – Se volvió a relajar sonriendo. - ¡Joder, Carla!, que es Robert Pattinson. ¡¡Robert Pattinson!!. Que no estamos hablando del vecino del cuarto. No. Es Robert Pattinson. Tú te estas tirando a Robert Pattinson. – Afirmó sacudiendo la cabeza con los ojos desorbitados. Algo se le paso por la cabeza y volvió a tensarse. - ¿Te lo estas tirando?.- Asentí algo avergonzada. Puso los ojos en blanco, tapándose la cara con las manos. - ¡Oh dios mío! – Mordiéndose el labio inferior con fuerza preguntó. – ¿Y cómo es? – Colocó sus nudillos en la boca intentando contener un gemido. Las dos habíamos estado al borde del colapso solamente imaginándonos cosas de este tipo. Que una de las dos lo supiera a ciencia cierta tenía que ser como poco desesperante.
Le intenté informar más o menos de todo. Obvié detalles demasiado íntimos y también “olvidé” comentar mi enamoramiento absurdo pero claramente existente. Aunque eso era algo obvio. El enamoramiento absurdo había estado ahí desde la primera vez que lo vi. Y ella lo sabía. Sabía que yo lo tenía y sabía qué se sentía porque también lo había vivido.
Cuando nos fue posible dejar de hablar de EL HOMBRE, me contó que Rachel le había llamado esa mañana, informándola de todo el itinerario y el protocolo de acción sobre mí. No tenía que enterarme de nada hasta el momento exacto de la llegada a donde fuera que fuese. Rachel era así. Una zorra manipuladora encantadora. Estaba segura de que lo había planeado todo a la perfección y yo no sabría nada hasta la hora de la cena, las 8.
-¿Tan tarde?
-Sí, quieren que no haya mucha gente, que la zona esté un poco despejada. Al parecer la tía del cumple se folla a Robert Pattinson… - Me reí. ¡Oh, sí! La tía del cumple se follaba a Robert Pattinson.

Cuando llegó el momento, comencé a prepararme.
Estaba emocionada y expectante. Nerviosa como hacía años no me ponía por un jodido cumpleaños. Se las habían arreglado para mantener la sorpresa en secreto y el saber que había algo pero no saber nada sobre ello era exactamente tan matador como Rachel esperaba.
Me puse un vestido beige con encaje tostado por encima. Unos leotardos negros y los botines de tacón negros.
Ojos ahumados, eye-liner, máscara de pestañas, colorete y vaselina.
Y me ondulé el pelo con las planchas, nada demasiado exagerado, pero algo…especial.
Sandra también se arreglo más de lo que ella acostumbraba. Cuando la vi, enarqué las cejas sorprendida.
-¿Qué pasa?. Nos vamos a codear con vips, ¿no?. Pues que se note. – Solté una carcajada.
-No te creas tú que van vestidos de vips precisamente. Seguro que tú eres la más divina. – Me sonrió entusiasmada, levantándose y pasando su brazo por mi hombro, llevándome hacia la entrada.
-Bueno, déjame que te dirija a tu súper party.
Cogí mi cazadora de charol y mi bolso de cadenita y me deje guiar…

Nos montamos en un taxi al bajar a la calle, Sandra se sentó delante, enseñándole un papel con la dirección en vez de decirla en alto. Esto ya era pasarse un poco.
Pero en cuanto en Finforough el coche torció hacia Old Brompton en vez de seguir por Fulham St para ir al centro como yo suponía, supe exactamente a donde nos dirigíamos.
No conocía más que un local en Old Brompton, pero encajaba a la perfección con una cena de cumpleaños de una española. Sonreí al ver que los ojos de Sandra me miraban por el retrovisor, elevando las cejas.
Íbamos a cenar en Cambio de Tercio, el mejor restaurante español de todo Londres.
Aluciné literalmente cuando entré, había estado una vez no hacía mucho y era un restaurante serio y elegante, pero lo habían transformado por completo.
Rachel, y no sé por qué me daba que alguien con más influencia, se las habían arreglado para que el restaurante sirviera la cena a las 8 de la noche, que cerrara para todo el mundo y que luego permitieran una fiesta hasta altas horas de la madrugada.
Las paredes pintadas de colores cálidos, rojos, fucsias y naranjas estaban iluminadas por luces de colores.
Todas las mesas habían desaparecido y sólo había una larga y pequeña donde los platos ya estaban colocados.
La mayor parte del comedor era una improvisada pista de baile con un pequeño escenario y un karaoke.

La mayoría de los invitados ya habían llegado. Todos hablaban por grupos animadamente, pero se volvieron a mi anunciada llegada en cuanto Rachel empezó a gritar y a saltar sobre mí intentando felicitarme lo más efusivamente que sabía.
La siguiente en abrazarme fue Susan que había venido con el resto del reparto. Vanessa y Luke. También David y Mark dos cámaras con los que habíamos congeniado mucho. Y por supuesto Jack que se acercó avergonzado, sonriendo tímidamente. Me abrazó con fuerza.
-¿Por qué sólo han pasado dos días y me parece una eternidad?- Preguntó torturado.
-No sé, a mí me pasa igual. – Le sonreí ampliamente, me alegraba tanto de verle.
-Felicidades.
-Gracias. Has venido muy guapo. – Tonteé con él. – Pero la ducha con Guerlain ha sido excesiva. – Se olió la camiseta sonrojándose.
-Sí, ¿no?. – Asentí riéndome.
Sandra seguía a mi lado. La presenté a los que estaban cerca y mientras entablaban conversación eché un vistazo a la sala buscando a mi principal invitado. Lo vi mirándome cerca del escenario con Tom, Sam, Marion, Taylor, Ruby y Cisco. Sonrió cuando nuestros ojos se encontraron. Entonces Marion me saludó con la mano emocionada haciendo un gesto para que me acercara a ellos.
Interrumpí a Sandra y le indiqué que me acompañara excusándola de Luke que ya le estaba echando fichas.
Robert me abrazó cuando estuve lo suficientemente cerca. Juntó su cara para darme un beso. Había mucha gente delante, así que torcí la cabeza para que sus labios se posaran en mi mejilla. Pero él también lo hizo y el efecto se contrarrestó. Torpemente nuestros labios se rozaron sin querer. Volvió a girar su cara, ahora sí posando un dulce y casto beso en mi mejilla izquierda. Después susurró en mi oído un aterciopelado “Felicidades” y me regaló su sonrisa, sonrojado al separarnos
Después de los pertinentes saludos y felicitaciones, les presenté a Sandra. Cuando llegó el momento de Robert, ambos se tensaron avergonzados. Rob se puso colorado como un tomate y sin levantar los ojos del suelo le dio dos besos rápidos.
Ella y yo nos ausentamos un momento para dejar los bolsos y las chaquetas en la entrada.
Robert nos interceptó en el camino de vuelta con una bolsa en la mano.
Sonreí tímidamente y alterada, muy alterada. Creí que era mi regalo pero se la tendió a Sandra. Mi corazón decepcionado se relajó, volviendo a su ritmo normalmente acelerado en presencia de Robert Pattinson.
-Son un par de camisetas que Carla me prestó cuando…- Tragó saliva evitando el contacto con los anonadados ojos de Sandra. – Creo que son de tu novio. Las ha lavado mi madre así que no te preocupes porque estén…no soy un cerdo o algo…- Se cayó un segundo lamiéndose el labio inferior y pasándose las manos por el pelo. – Gracias. – Me miro a mí suplicando algo de ayuda. Paseé mis manos por su espalda cariñosamente.
-Está bien Robert. ¿Verdad, Sandra.? – Ella, todavía sin voz, asintió mirándole fijamente.

Después de la cena, muchos de los asistentes se fueron, ya que era tarde y muchos trabajaban. Al final nos quedamos los de siempre: todos los amigos de Rachel, a los que el trabajar al día siguiente no les suponía demasiado, ella, Jack, Sandra y yo.
Por supuesto seguimos con la fiesta. Cantando en el karaoke, como no, canciones españolas. La Macarena, Que viva España, Mi Carro, Paquito el Chocolatero…y el resto del cancionero popular.
Era descojonante escucharlos cantándolas en su improvisado español. Rachel, Tom, Sam y Tay a penas se bajaron del escenario. Rachel cantó prácticamente todas. Rob fue el más aclamado pero se negó a subir.

Rachel y Tom cantaban a dúo el Aserejé cuando vi a Jack. De pie, bailando no muy animadamente y apartado del grupo, pero sonriendo.
De pronto me miro y su sonrisa se ensanchó. Me acerqué a él.
-Lo estás dando todo, ¿eh?.
-Estoy algo cansado. Pero muy buena fiesta, digna de la anfitriona.
-No estoy yo muy segura de que yo sea la anfitriona. – Soltó una carcajada. Él conocía tan bien a Rachel como yo. – Creo que me voy a ir ya.
-No, Jack, quédate. – A penas había estado con él y de verdad me apetecía aprovechar algo de tiempo.
-No, en serio C. Estoy agotado. – Bostezó, asintiendo. Arrugó la nariz y las cejas. Cerrando los ojos al final. Cuando acabó. Siguió con la nariz arrugada y la boca medio abierta, pensando en algo un par de segundos. – Pero me lo he pasado muy bien. Además estás en buena compañía. – Echó una mirada furtiva, con los ojos entrecerrados a Robert. Después me volvió a mirar sonriendo. – Me alegro mucho de verte. – Elevó más las comisuras de su sonrisa. Le abracé. Tenía ese efecto sobre mí. Me despertaba tanta ternura que necesitaba achucharle todo el rato, esa sonrisa me mataba.
-Esta semana quedamos. Una cena o algo, ¿sí?. – Amplió su sonrisa.
-Claro. Genial. Te llamo, ¿vale?. – Asentí. Le di un beso fuerte en la mejilla. – Acariciando su cara.
-Vamos que te acompaño.
Fui con él hasta el final de la sala-comedor y nos despedimos.
Cuando iba a darme la vuelta sentí como unos fuertes brazos me rodeaban la cintura. Un cálido cuerpo pegarse al mío, y unos suaves labios recorrer mi cuello despacio hasta mi oído.
-No hemos tenido ni un instante a solas. – Sonreí, agradecida a todas la deidades habidas y por haber.
-Tampoco nos escondemos de nadie, ¿no?. – Acaricié sus tensos brazos a mi alrededor.
-Que va...Sólo de millones de personas alrededor del mundo...pero nada preocupante. – Me giró hacia él. Juntando nuestras caderas. Nuestros labios se encontraron por primera vez en todo el día. Ansiosos por la espera y aliviados por fin.
Se abrieron sinergicamente, dejando a nuestras lenguas entrelazarse, explorándose despacio.
Nos separamos sonriendo y él dibujó el contorno de mi mandíbula con sus dedos.
-Hoy creo que tienes compañía en tu piso. – Enarcó las cejas, sin dejar de acompañar el movimiento de su mano con la mirada.
-Pues sí. – Afirmé haciendo un gesto de resignación con la boca.
-Mi apartamento está libre pero...no creo que sea...
-Lo sé. – Me miro apenado. ¿Por qué coño no podía ir a su apartamiento cuando quisiera y con quien quisiera?. – Pero puedo obligar a Sandra a que duerma con el ipod.
-Me parece muy buena idea. – Me regaló su sonrisa pre-sexo antes de volverme a besar. Uno rápido e intenso. Bajó su mano por mi brazo hasta entrecruzarla con la mía. Acariciándola y tirando de mí hacia adentro de la sala.
Rachel y Tom seguían arriba, pero ahora se les haban unido Ruby y Sam. Estaban cantando, y bailando, de nuevo la Macarena. Se lo estaban pasando todos en grande. Y me alegraba, pero era muy penoso que tuvieran ese esperpento de impresión de los españoles.
Sandra no tardó en acercarse para decirme que se iba. Eran las tres y la pobre entraba a trabajar a las ocho de la mañana.
-Voy a dormir en el piso de Chris. – Sonreí apretando y mostrando todos los dientes. No tuve ni que habérselo pedido. Pero antes de que pudiera contestarle aclaró. – Sólo por esta noche. Aunque tenga sus llaves sabes que no me gusta pasearme por ahí cuando él está en Alemania. – Asentí. – Yyyy si algún día Ed Westwick se cruza en mi camino te quiero fuera de casa tres semanas. Porque pienso retenerlo contra su voluntad hasta morir de un orgasmo.
-Si algún día Ed Westwick se cruza en tu camino deberás plantearte seriamente un trío con tu compañera de piso.
-Ja. No he oído yo ninguna charla sobre tríos y Robert Pattinson por aquí...
-No, no, no...Además tú tienes novio. – Puso los ojos en blanco apenada.
Marion, Tay y Cisco se fueron con ella.
Mientras que los demás seguimos con la descarada deshonra a la patria, y a la música en general...

El restaurante tenía permiso hasta las cinco de la mañana y conforme se acercó la hora tuvimos que recogerlo todo.
Robert empezó a ponerse nervioso. Aún estando ambos más que ebrios, lo podía notar. Se paso las manos por el pelo un millón de veces más que de normal. No paraba de rascarse las cejas. Y no dejaba de retorcerse las manos, presionando los nudillos. Hablando por los codos, diciendo tonterías y negando con la cabeza extrañado de sus propios comentarios. Estaba alterado por algo y eso me asustaba y me inquietaba a partes iguales. Me asustaba y me inquietaba a partes iguales mucho.

sábado, 24 de octubre de 2009

Capitulo 12: Iba a doler mucho

No sé si había perdido la conciencia durante unos minutos intentando recuperar el ritmo cardiaco en sus brazos o simplemente había sucumbido al sueño por unas horas, pero me desperté apoyada en su cuello, mientras me abrazaba con su acompasada respiración. Le respiré, inhalando intensamente toda su esencia, sonreí con los ojos pesados, y me intenté incorporar, sólo un poco para poder admirarlo. Tenía los labios apretados parte contra la almohada y parte contra el colchón, lo que hacía que se le abrieran minimamente. Una de sus manos descansaba sobre su cabeza en el almohadón y la otra en mi cintura, tranquila pero segura a mi alrededor. Su mandíbula estaba tan relajada que le daba una actitud mucho más infantil.
Me senté en la cama deslizando su brazo por mi cuerpo con cuidado, descansándolo en mis caderas, e intentando mantener mi cuerpo bajo las sabanas. El movimiento que pretendía ser sutil e imperceptible, fracasó e hizo que Robert se despertara algo sobresaltado. Abrió los ojos apretando su brazo a mi alrededor, pero descansando su cuerpo en cuanto me vio. Cerró los ojos con fuerza y los volvió a abrir para dedicarme una de sus sonrisas medio adormilado. Yo le respondí abiertamente.
-¿Qué hora es? – Preguntó estirándose y sentándose a mi lado en la cama. Paso un brazo por detrás de mi espalda acariciando mi brazo.
-Ni idea. – El se giró para echar un vistazo al reloj de mi mesilla.
-Las cuatro menos veinte. – Estiró su cuello mientras atraía mi cuerpo hacia el suyo y colocaba con cuidado mi cabeza en su pecho, volviéndome hacia él.
Suspiré satisfechamente mientras él acariciaba mi cuello, deslizando sus dos manos por detrás de mi oreja y volvía a la nuca, despacio y suavemente.
Así permanecimos unos minutos, en silencio, desnudos, abrigados únicamente por la ropa de cama y el propio calor de nuestros cuerpos, disfrutando del momento.
-Ya has hablado con Rachel, ¿no?.- Asentí en su pecho, con los ojos cerrados, todavía recibiendo sus caricias. – Yo también, y con Tom.
-¿El qué dice?- Pregunté, expulsando el aire sobre su piel, haciendo que se estremeciera. Acaricié su torso con cuidado.
-Lo mismo que ella. Están los dos atontados, en serio, parecen gilipollas. No sé como coño no lo he visto antes. Y están tan acojonados…Joder, es que a él nunca le había visto tan encoñado con una tía. Vale, lo entiendo, por que es Rachel, y como le haga daño yo mismo le arrancaré uno a uno los pelos de las pelotas, si llego antes que Rach, claro. Pero no va a ser capaz de hacerlo. La quiere demasiado, no como la mierda esta que están sintiendo y eso, – Aunque su cara estaba completamente fuera de mi campo visual, pude ver con claridad la cara de escepticismo que acababa de poner. – si no también como amiga, joder si es como una hermana…- Agitó la cabeza en señal de disconformidad. – Lo peor es que me van a rayar a mí con todo esto. ¡Joder!, que se decidan y luego me lo cuenten.
Sonreí. Era genial como esta situación nos volvía locos a todos. Yo misma esperaba que todo esto acabara, ya no bien, simplemente que acabara. Bueno no, y también que fuera un final feliz, ya no sólo por Rachel, a la que adoraba, si no además por Tom, porque sabía que era un tío cojonudo. Robert y yo suspiramos profundamente a la vez.
Me quedé recostada en su pecho, en silencio, por un rato. Hasta que él volvió a romperlo.
-¿Por qué tú sabes todo de mis amigos y yo nada de los tuyos? – Preguntó algo cabreado al darse cuenta de la “gran injusticia” que se estaba cometiendo. Giré mis ojos hacia arriba mientras fruncía las cejas.
-Porque…¿tú no los conoces?.
-Bueno…pero no sé, podrías contarme algo. –Hizo una pausa. – Como…si tienes novio.- Lo dijo en voz muy baja, pero pude oírlo perfectamente. Vale, a si que todo esto era para preguntar esa gilipollez. El apartó la mirada de mi cara mientras las palabras salían de su boca, visiblemente avergonzado. Yo simplemente abrí la boca, alucinada. Luego me reí.
-Venga. No puedo creer que me estés preguntando eso. ¿Tú qué crees?.-Sacudí la cabeza.
-No sé…espero que no.- Se atrevió a mirarme de nuevo, arrugando la nariz, arrepentido.
-Pues no, claro que no. – Dije tajante y ofendida.
-Vale, lo siento. Me alegro, la verdad. – Dibujo su media sonrisa, la tímida, intentando dejarlo pasar. Y yo obviamente se la devolví sin quererlo, era imposible evitarlo.
-Y tú, ¿tienes novia?. – Era mi turno de hacer la pregunta estupida del día. Ahora el ofendido era él, después se volvió ridículamente divertido.
-¿Crees que si tuviera novia el mundo entero no sabría ya hasta el número de pecas que la pobre desgraciada tendría en su pierna derecha? – Me reí encogiendo los hombros. Pobre desgraciada, sí. – Aun no me creo que no haya salido ni una foto de ti. –Negó con la cabeza mientras jugueteaba con mi pelo, todavía manteniendo la sonrisa en su cara. La mía se borró instantáneamente. La posibilidad si quiera de que pudiera haber una foto mía relacionada con Robert Pattinson era más que aterradora. Ya me imaginaba a mis pecas del brazo izquierdo siendo contadas. Todo el mundo, literalmente, iba hablar sobre ella, y sobre mí. Forcé una sonrisa cuando me di cuenta de que él me miraba y yo seguramente tenía cara de estreñida. Siguió sonriendo, ahora algo incomodo.
-Lo que quería decir antes es que…habrás tenido novios, ¿no?. En tu país. Quiero decir que… no sé, toda mi vida está documentada en Internet, y no sé porque pero tengo la extraña sensación de que has echado una ojeda. – Puse los ojos en blanco paseándolos por las cuencas en círculos, haciendo como que la cosa no iba conmigo. El soltó una carcajada. – Y creo que sería justo que yo supiera algo más de ti. – Le miré de nuevo y sonreía expectante. Odiaba la justicia…Pero sí, era justo. De hecho cortarme un brazo y entregárselo como sacrificio era más justo todavía. Ser su sierva por el resto de mis días incluso más. Complacer a esa cara con absolutamente todo lo que necesitara debería ser una obligación, una ley, un mandamiento. Suspirando profundamente le conté todo lo que quiso.
- Rompí con mi último novio al venir a Londres.
-¿Por qué?
-Bueno, las relaciones a distancia no son lo mío. No es lo mejor, ya sabes. La confianza, la falta de ella. El no estar seguro al cien por cien. Yo no podría aguantar el no saber si él sigue fiel o no.
-Para eso está la confianza incondicional que se supone tiene que tener una pareja, ¿no?.
-Sí, supongo. Pero una cosa es confiar y otra que la persona en la que confías sea confiable. No sirve de nada si crees ciegamente en alguien que pierde el culo por liarse con la primera tía que se le pone a tiro. – Me miro entornando los ojos, pensativo. Después asintió despacio. Seguimos en silencio, él acariciando mi pelo y yo su torso desnudo.
Descansé de nuevo mi cabeza en su pecho y él paso sus brazos alrededor de mi cintura, yo coloqué los míos en sus hombros y cerré los ojos.
Seguimos callados, con la banda sonora de nuestras respiraciones acompasándose de fondo. Relajándonos entre nuestros brazos hasta quedarnos dormidos abrazados.


PVRobert
Me desperté echando de menos algo entre mis brazos, mejor dicho, a alguien. Me incorporé buscándola, y la pude ver en una esquina, acurrucada sobre el colchón, en posición fetal.
Acerqué mi cuerpo hacia ella para poder contemplarla mejor.
Tenía el pelo revuelto por la cara, pero aun así podía observarla perfectamente. Y era preciosa. Ya no me cabía ninguna duda: me estaba gustando demasiado. Pasaba el día pensando en ella, en los momentos a su lado y en el tiempo que quedaba para verla. Y Rachel lo sabía. Me miraba con esa cara suya de “ayy que mono que se nos está enamorando”.
¿Enamorando?
¿Enamorado? Venga hombre. Sólo la conocía de una semana. Pero hacia tres años que no sentía nada ni la mitad de especial, y no porque no hubiera tenido la oportunidad de conocer a tías precisamente.
Se revolvió entre las sabanas, mutilando mis absurdos pensamientos, poniéndose boca arriba.
Estaba despierta, pude notarlo por el cambio en el ritmo de su respiración. Soltó un leve y suave gemido y abrió los ojos.
Mientras se estiraba y se giraba hacía mí, encontró mi mirada y sonrió.
-Buenos días, baby. – Susurré devolviéndole la sonrisa. Acercándome más a ella y dándole un sencillo beso en los labios. Su sonrisa se amplió.
-Buenas.- Se incorporó buscando algo por la habitación. Hasta que sus ojos se posaron sobre mi camisa esparcida por la mesilla de noche de su lado. Me miro mordiéndose el labio inferior sonriendo. Se dio la vuelta y la cogió. Introduciendo sus brazos por las mangas, y abrochándose los botones. – ¿Te importa? – Se giro hacia mí, todavía con sus dientes en su labio. Negué con la cabeza atontado. Se levantó de la cama, andando hasta la puerta del baño. La recorrí con la mirada. No llevaba nada más debajo de la camisa. Nada. No, no me importaba en absoluto. De hecho probablemente esa camisa no volvería a lavarse, y no es que la pobre fuera a echar de menos la lavadora.
-Voy a darme una ducha, ¿ok?.- Asentí todavía sin palabras. Se dibujaban sus pechos en la holgada tela. Mi camisa le llegaba justo por encima de su entrepierna, no podía verle nada, pero ¡oh dios mío!, podía intuirlo. Por detrás dejaba ver parte de su trasero, y por supuesto también podía intuir el resto. Pase mi mano por el pelo acalorado, cerré los ojos visualizándola en la ducha. Notando como mis pulmones cogían y expulsaban aire con dificultad. Y de repente ella salio del baño riendo. Escuché la música que había puesto en la ducha, Push it. Abrí los ojos sobresaltado todavía con la imagen de ella desnuda en mi cerebro.
-Voy a coger…- Se acerco a mi lado de la cama, para coger algo de ropa interior. No sé el qué. Porque en cuanto se agachó para abrir el cajón, mi camisa se subió por su espalda quedando por encima de su culo, dejándome verlo entero, sin necesidad de intuir nada. Mis ojos se desorbitaron por completo, y se clavaron en él, sin poder moverse. El calor de todo mi cuerpo que se había elevado varios cientos de grados se concentro por completo en mi entrepierna. No pude evitarlo. Cuando se incorporo y me sonrió de la manera en que ella lo hacia. Entre fingida y emocionada. Agarré su brazo y la atraje hacia la cama. Se sentó en la esquina mientras me acercaba a ella y mis desatados labios encontraban los suyos con violencia. Apretándolos contra ellos como si me fuera la vida en ello. Pero estaban ansiosos de más. Así que se abrieron paso sin permiso, pero sin oposición. Capturando su labio superior entre los míos, pasando mi lengua por el. Y dejándola ir más allá de los límites de su boca, adentrándose en ella. Cálida y húmeda. Sacudí la cabeza. Ella parecía algo confusa, parada, dejándome seguir, pero algo tensa. Pase mis manos por sus brazos, por su espalda cariñosamente. Sentí como se relajaba y llevaba una de sus manos a mi cuello, acariciándolo desde atrás hacia mi mandíbula, paseando sus dedos por la zona.
El contacto con ella me puso todavía más frenético, y cuando se empezó animar, ya no pude parar. Agarró mi pelo con la otra mano con fuerza, atrayendo mi cara más hacia ella. Mientras sus piernas subían a la cama y se posicionaban entre mis piernas. Ella se sentó delicadamente en mis muslos, acomodándome en el cabecero de la cama. Nuestros labios se separaron y nos miramos, con nuestras respiraciones aceleradas. Sonrió dejando su cuerpo apoyarse por completo sobre el mío. Sé que notó mi ánimo, y sonreí en respuesta, pasando una mano por su mejilla, recorriendo su mandíbula. Nos volvimos a besar ansiosamente. Llenando nuestras bocas con nuestras lenguas. Volvió a agarrar mi pelo, alborotándolo con su pequeña mano. Mis brazos la agarraron fuerte por la cintura, bajando por toda su espalda, recreándose con su trasero sentado en MÍ. Empezó a balancearse mientras nos devorábamos, moviendo sus caderas en círculos en mi regazo. Iba notando como crecía y se hacía mucho más dura, y sabía que ella también lo notaba, ya que aumento el ritmo de sus balanceos conforme me animaba más.
Cuando mi erección desafiaba sin pudor la ley de la gravedad, ella fue bajando sus labios desde los míos hasta mi hombro. Mordiendo mi labio inferior, besando mi barbilla, lamiendo mi mandíbula, deslizando sus labios por mi cuello, dándole un pequeño mordisco a mi nuez, colocando suaves besos por mi clavícula, devorando mi hombro, paseando sus labios y su lengua por él. Cogió la sabana que nos separaba y levantó una pierna por encima de ella, todavía sentada., levantó un poco el trasero y se volvió a colocar en mí sin sabanas que nos separaran. Sin nada que nos separara, ambos estábamos desnudos de cintura para abajo. El sentirla, su piel calida en la mía ardiendo me volvió definitivamente loco. Necesitaba estar dentro de ella y lo necesitaba ya. Cerré los ojos disfrutando sus tortuosos besos, mientras ella seguía recreándose, poniéndose a punto. En realidad no tardó mucho, pero a mi me pareció un siglo. Se levanto un poco sobre sus espinillas colocándose en la posición adecuada, un poco más lejos de mis inglés. Separó su cabeza de mi cuello y la mía del suyo. Y mirándome fijamente a los ojos fue bajando despacio. Apoyé mis manos en sus caderas y sin apartar la mirada la ayudé a introducirme en ella. Cuando la note en la punta, mi cuerpo entero se sacudió, estaba tardando demasiado, pero no la presioné, quería ir a su ritmo. Bajo un centímetro y me introduje en su boca, noté como se tensaban sus músculos y la necesidad de sentirme completamente en su interior la precipitó a dejarse caer por completo sobre mi regazo de nuevo. Penetrándola hasta el fondo. Cerré los ojos agitado, sin aire. Y oí como ella ahogaba un grito, sin sonido, expulsando una buena cantidad de aire. Abrí los ojos mordiéndome el labio inferior con fuerza, y encontré los suyos de nuevo. Pero habían cambiado, ahora reflejaban la misma urgencia que los míos. Acercamos más nuestros cuerpos, y conforme elevaba unos centímetros mis manos de sus caderas, ella las elevaba, con nuestras caras pegadas. No me dio tiempo a volver a acompañar sus movimientos con los de mis manos porque cuando empecé a bajarlas ella ya me había introducido de nuevo por completo. Sus labios buscaron los míos ansiosos, mientras subía, y volvía a bajar, mientras cabalgaba encima de mí. Rápidamente aumentó el ritmo de los movimientos, subiendo y bajando una y otra vez. Yo estaba perdiendo la cabeza, ella llevando el control, encima de mí, tan apasionada, sudada… y sexy. Apretó más nuestros cuerpos como si nos pudiéramos fundir. Sentí sus pechos chocar contra mi piel en cada cabalgada, y no pude evitarlo, necesitaba verlos, sentirlos piel con piel, cálidos y suaves. Pase una de mis manos a su torso y fui desabrochándole los botones de mi camisa. Introduje mis manos dentro, acariciando sus hombros, dejando caer la camisa por sus brazos. Aparté su cara de la mía, para contemplarla. Ella echó su cuello hacia atrás y siguió subiendo y bajando sus caderas. Observé sus pechos imitar los movimientos de su cuerpo. Y llevé mis manos hacia ellos, masajeándolos. Exaltado, acerqué mi cabeza hacia su torso, y coloqué suaves besos por él, dibujando el contorno de uno de sus pechos con mis labios, subiendo y bajando por él. Rocé despacio su pezón. Un fuerte escalofrió recorrió su cuerpo, el que no paró de menearse sobre mí. Pero ahora sus ojos me miraban, gimiendo en silencio con la boca entreabierta. Abrí la boca y deslicé mi lengua por su pezón, sujetándolo entre mis labios, dibuje círculos con mi lengua por todo su pecho, entreteniéndome en su parte más sensible, mientras agarraba con fuerza su otro pecho.
De repente su ritmo aminoró, tensó sus músculos a mi alrededor, y más despacio siguió subiendo. Bajó rápidamente y volvió a subir muy despacio, y bajó de golpe de nuevo. Creando fricción con sus músculos sobre mí, y aunque el ritmo era menor, tanto ella como yo seguíamos encendiéndonos progresivamente. La miré y pude comprobar como respiraba aceleradamente, sacudiéndose. Sus ojos estaban sobre los míos, desnudándose con lujuria. Y cuando ya estaba tan preparada como yo para tocar el cielo con las yemas de los dedos, volvió a acelerar las cabalgadas. Los movimientos iban en aumento y también la presión de sus músculos en mi polla. Conforme se acercaba su orgasmo más fuerza hacía a mi alrededor y más me acercaba a mí al mío. Seguí sus movimientos, embistiéndola con mis caderas, intentando penetrarla todo lo posible. Y entonces con su barbilla apoyada en mi cabeza, la cual se ahogaba en sus pechos, noté como se corría y sus músculos me torturaban con toda su presión para después relajarse y dejar paso a mi explosión. Rugí sin control sobre su torso, mordiendo su clavícula, mientras ella gemía hundiendo sus uñas en mi espalda.
Levantó su cabeza y yo la mía, nos miramos jadeando. Dibujé una sonrisa de oreja a oreja, inmensa, exactamente igual a como me sentía. Y ella también lo hizo, soltando una carcajada, y suspirando. La besé una vez más, sonriendo en su boca, e intentado relajar mi ritmo cardiaco. Echó la cabeza hacia atrás todavía sonriendo y recorriendo mi espalda con sus suaves caricias, se incorporó y paso una pierna por encima de mis muslos. Se sentó en la cama y cogiendo las bragas que se le habían caído ante mi ataque, se levanto.
-Voy a…ducharme. – Y mordiéndose el labio se dio la vuelta y andó hasta el baño.

¡Joder!, enamorado no sé, pero algo había. A lo mejor era una obsesión o que me estaba volviendo loco, y esto no era normal. E iba a doler. Iba a doler mucho. Iba a sangrar, como si me abrieran el pecho en canal.
Y aun si yo quería intentar algo con ella, y quería, la cruda realidad es que me iba en 18 a EEUU, y ella había dejado bastante claro, sólo unas horas antes, que no iba a mantener una relación a distancia, no era lo suyo, y menos conmigo. No se me había escapado la cara de pánico que había puesto cuando yo había hecho el comentario de los paparazzies y la ausencia de fotos de ella. Era alucinante que hubiera estado con una tía tanto tiempo y nadie había abierto la boca al respecto todavía.
¿Tanto tiempo?
Sí, tanto tiempo. En lo referido a fotos y acoso de la “prensa”, ocho días era ya una eternidad, y más si en esos días había tenido contacto, y del bueno, con una mujer. Si me habían relacionado con tías que simplemente pasaban a mi lado por la calle… Claro que afortunadamente Londres para esto era diferente.
Pero ella no quería formar parte de esta mierda, lo cual era completamente comprensible. Y yo era gran parte de la mierda así que…iba a doler.
Salió del baño con una toalla, me miro sonriendo y fue hacia su armario. Lo abrió y se paró en frente de él unos segundos, después dejó caer su toalla al suelo. Mi respiración se paró para luego retomarse acelerada. Mis ojos la recorrieron entera. El pelo mojado cayendo por sus hombros, su espalda, su cuello, dejando parte de éste último a la vista, mi vista. Seguí bajando la mirada por su columna hasta el final de su espalda. Llevaba unas bragas amoldadas a su culo. Redondo, pequeño y firme, unido a sus caderas. Lo suficientemente anchas para ser más que atractivas para cualquier hombre del mundo, sin excepciones. Sus piernas no eran largas, ni cortas, eran perfectas para ese cuerpecillo. Delgadas pero con maravillosas formas, anchándose exactamente donde debían hacerlo. Pensé en como algo con aspecto tan débil tenía en realidad tanta potencia como acababan de demostrar encima de mí.
Eligió una camiseta de algodón ajustada blanca, y una camisa de rayas azules, que se colocó sin abotonar. Cogió unos vaqueros y se dio la vuelta hacia mí. Yo seguía con la mandíbula desencajada, no de asombro porque ya la había visto desnuda, si no por el calor que se había vuelto a acumular en cierta parte de mi cuerpo. Simplemente no podía cerrar la boca o destensar mi mandíbula. Ella se acercó sonriendo y volvió a abrir el cajón de la mesilla de noche junto a mí. Sacó unos calcetines grises, se sentó en su cama rozándome, lo que definitivamente no ayudaba nada, y se los puso, subiéndolos despacio, demasiado despacio, hasta por debajo de sus redondas rodillas. Se volvió a levantar y se introdujo en esos, ahora muy ajustados vaqueros. Dejando su hermoso y sexy trasero a 50cm de mi cara. ¡Dios!, esos vaqueros me iban a matar.
Se dio la vuelta sonriendo y se agacho, poniendo su cara muy cerca de la mía.
-Voy a preparar el… - se dio la vuelta para comprobar la hora que era. Las 12 menos diez. – la comida. Hay toallas limpias, tarda lo que quieras. – Se acerco más y me dio un rápido beso en los labios. Se levantó y salió de la habitación cerrando la puerta despacio.
No sé si intentaba seducirme con todo eso, pero sin duda lo había hecho. De hecho necesitaba desahogarme con bastante urgencia, pero ni de coña iba a hacerlo en su baño, así me quede “descansando” en su cama, disfrutando una vez más de la intimidad que ella me había proporcionado en su propia habitación.

Cuando salí del baño, todo estaba recogido como la última vez, y había una camiseta gris que no era mía sobre la cama, supuse que era del novio de su compañera de piso y que era lo único limpio que ella podía proporcionarme. Y no es que me importara demasiado. Me la puse, junto con mi ropa del día anterior. Al coger la camisa la olí, y ¡joder! cómo olía a ella. A su olor corporal, a su perfume, suavizante…a ella. La recordé encima mía con ella puesta y mi cuerpo volvió a reaccionar igual que antes…Suspiré profundamente cerrando los ojos, relajándome.
Salí de la habitación y fui hacia la cocina, siguiendo un apetitoso olor, de pronto mis tripas rugieron acordándose de que tenían hambre. Llegué a la cocina y allí estaba ella, apoyada en la encimera esperándome. Con su sonrisa semifingida, preciosa.
-La otra camiseta se la llevé a mi madre para que la lavara, esta tarde iré a verla así que mañana te la daré, ¿ok?. Y gracias por… - Señalé la camiseta que me había vuelto a prestar.
-Tranquilo no creo que Chris la eche mucho de menos. – Mis ojos recorrieron la mesa y pude ver un par de hamburguesas, gigantes. Con queso, hamburguesa, bacon, y otra hamburguesa. Y un poco de lechuga y tomate en unos platos aparte. Una de ellas ya los llevaba incorporados.
-No estaba segura de si la querías con…-Señaló los platos. – No eres muy fan del verde.- Hizo una mueca.
-Pero sí en las hamburguesas. – Era mi comida preferida, podría vivir solamente de hamburguesas y están tenían una pinta estupenda. Mi estomago volvió a rugir, suplicando catarla.
Ella puso el resto de los ingredientes en la mía, preguntándome por la cantidad con la mirada, y me las acercó por la mesa diciendo “Al salón”. Así que las cogí y me dirigí a la sala de estar con los platos. Ella me siguió con un par de cervezas y unos mantelitos, que me obligo a colocarme en los muslos y a modo de babero, riéndose sin vergüenza de mí.
Y definitivamente era la mejor hamburguesa que había probado nunca y, dado que había probado unas cuantas, eso era mucho decir. La carne estaba a su punto, tierna y tostada, el bacon con el crujir perfecto, el queso jodidamente bien derretido, el tomate con la justa cantidad de sal y la lechuga ¡compuesta!. Y el tamaño era gigante, casi dos veces mi mano. Lo dicho, la mejor hamburguesa de la historia.
Cuando acabamos dejé el plato en la mesa, y me quite el puñetero babero haciendo una bola con el y dejándolo encima del plato. Ella hizo lo mismo, pero dejo el suyo sobre el mío, y cogió los dos, se levantó y los llevo a la cocina junto con las dos botellas de cerveza vacías. Volvió con otro par.
-¿Te quedas?. –Preguntó sentándose a mi lado y pasándome una. Asentí. Claro que me quedaba y a vivir si ella me lo hubiese pedido.
-Claro. – Mire el reloj de la pared eran poco mas de las dos y media, así que aun tenía tiempo de pasarlo junto a ella. – Aunque me tengo que ir de compras. Tengo un regalo que comprar. – La mire sonriendo. Ella evitó mi mirada sonrojándose, lo que hizo mi sonrisa se ampliara. - ¿Qué?, ¿no estoy invitado?. Rachel me dijo que sí. – Levantó la vista elevando las cejas ofendida.

PVCarla
¡Oh joder!, pues claro que estaba invitado. Era el único invitado que mi fiesta de cumpleaños necesitaba. No se lo sugerí porque, además de que se hubiese negado, no quería parecer una psicópata obsesiva, con tendencia al secuestro.
-Claro que sí. Pero, no sabia si podías – o si querías – venir. A lo mejor tenias otra cosa que hacer. – Bajé la mirada todavía avergonzada.
-No me lo perdería por nada en el mundo. – Sonrió sinceramente.
-Bueno pues eso es suficiente, no tienes que comprarme nada, en serio. – De hecho he recibido el mejor regalo de cumpleaños de toda mi vida hace menos de una hora en mi habitación.
-Por supuesto que tengo que comprarte algo, es lo que se hace en los cumpleaños. Además quiero hacerlo. – Se puso serio. Paso una mano por mi mejilla, apartando mi flequillo de la cara. Luego me atrajo hacia su hombro, donde reposé mi cabeza. Siguió acariciando mi pelo mientras yo cogí el mando y encendí la tele dejando lo primero que salió. Una peli mala ya empezada.
El colocó sus pies encima de la mesa inconscientemente, cuando se dio cuenta de que llevaba las zapatillas puestas, me miro disculpándose, y se las quito para volverlos a subir. No es que a mi importara un mierda, de hecho yo siempre ponía los pies con zapatos sobre las mesas. Sonreí porque fuera tan educado, pensé que su madre le obligaba a quitárselos, y aunque cuando estaba solo como costumbre le importaba bien poco, ahora estaba en Londres bajo las normas de mama.
Yo subí las piernas al sofá, con los zapatos, y me estiré, recostándome más sobre su pecho.

La película resulto no ser mala, si no peor. Ninguno apartó los ojos de ella pero nuestras cabezas estaban en otra cosa.
El empezó a acariciar mi cuerpo, daba igual que parte. En ese momento, paseaba sus dedos por mi muslo izquierdo, despacio, sólo delicados roces. Siguió subiendo por el costado hacia las caderas, volvió a bajar ampliando la superficie de contacto, abriendo toda su mano y recorrió mi culo despacio. Su mano descendió aun más paseándose de nuevo por mi muslo, esta vez por su cara interna hasta la rodilla, y subiendo, se dirigió a mi entrepierna. Antes de llegar al punto p, cambio de dirección subiéndola por mi ingle.
Todo esto sin mirarnos, sin ningún otro contacto, ambos “sumidos” en la peli. No sé que era lo que pretendía exactamente con ese tipo de caricias pero me estaba poniendo muy loca. Espere por si sólo era mi mente calenturienta, e intentando mantener la respiración a un ritmo normal seguí en silencio. Él repitió el mismo recorrido, pero ya no era simples caricias, su mano se agarraba a mi piel con fuerza. Cuando con esa presión llegó a mi ingle, mi respiración definitivamente perdió el control, elevé mi cabeza, girándola hacia él. Me encontré con sus ojos entornados, encendidos. Y dibujando una sonrisa inmensa. Porque acababa de conseguir exactamente lo que pretendía: encenderme a mí también.
Pasó su otra mano a mi cabeza, bajándola por mi cara con la misma presión que su otra mano sobre mi muslo. Con nuestros ojos fundiéndose los unos en los otros, dibujó el contorno de mi sien, de mi mandíbula, con un sólo dedo, después abrió su mano y acarició mi cuello, mi clavícula. Deslizó su mano por mi esternon, rozando mis pechos, bajando hasta mi estomago donde dibujo un círculo y volvió a subirla por un costado, apretándome hacia él por la cintura. Alcanzó mi pecho derecho y lo acarició suavemente, para luego agarrarlo con violencia. Mi cuerpo se sacudió y mi boca se abrió dejando salir el aire con fuerza. El sonrió aun más, perdiendo el control como yo. Así que me atrajo hacia su boca, y me besó con furia. Desesperadas, nuestras lenguas se fundieron, contorsionándose en nuestras bocas. Me incorporé y me quité la camisa, me senté como esa mañana en sus muslos, y volviéndole a sentir como…esa mañana, sonreí en su boca. Él pasó sus manos a mi cintura, bajándolas para introducirlas por debajo de la camiseta, la agarró y la subió, quitándomela por encima de mi cabeza. La tiro en el sillón, y llevó su mirada a mi pechos. No llevaba sujetador, como él ya sabía, y sonrió. Acercó su cara a ellos y los besó. Alternando sus besos de uno a otro, mientras sus manos sujetaban mi espalda. Comenzó a devorar uno de mis pezones, succionándolo, lamiéndolo con entusiasmo. Dejé caer mi cabeza hacia atrás para que el pudiera acceder a ellos mejor. Con los ojos fuertemente cerrados mientras me retorcía de pasión. Los abrí para verlo. Necesitaba verlo perdido en mis tetas. Pero cuando los abrí me encontré con Sandra en la puerta del salón. ¡Mirándonos!, con la mandíbula completamente desencajada y los ojos totalmente desorbitados. En ese momento no pude reaccionar. Robert seguía absolutamente absortó mordiendo mi pezón y Sandra lo estaba viendo todo. Le aparté la cabeza y me tapé, él extrañado y asombrado me miro. Siguió la dirección que mis ojos tenían y pude notar cuando se encontró con lo que los míos veían porque su ánimo bajó al subsuelo al instante.
Los ojos de Sandra se abrieron imposiblemente más cuando se dio cuenta de quien era el que me estaba satisfaciendo sexualmente. Se puso colorada y bajo la mirada al suelo totalmente en shock. Me puse la camiseta rápidamente y me senté al lado de Rob. Sandra estaba temblando encima de su maleta en la puerta con la mirada perdida. Volvió a mirarnos, cambiando la mirada de mi a Robert, de Robert a…Robert y luego a mi, con los ojos igual de abiertos que al principio.
Empezó a gesticular, tratando de articular alguna palabra. Yo me quede mirándola expectante, con los ojos entrecerrados esperando alguna burrada, algo, cualquier cosa.
-¡OH JODER! ¿Es Robert Pattinson?- Cualquier cosa menos eso. Sandra por dios… Él con la boca igual de abierta que ella, pasó una mano por su cabeza, incomodo. Levantó una mano y sacudiéndola, susurró.
-Hola.
El pobre iba a explotar de vergüenza. Me levanté y saqué a Sandra de la habitación. Se dejo llevar, pero todavía atónita, con la cabeza girada hacia Rob.
-¿Te estaba comiendo un pezón Robert Pattinson?. – Ya en el pasillo se volvió a mí.
-Bueno, al perecer…sí. Más o menos. Lo mordía más exactamente, pero la idea general la tienes, sí. Si hubieses venido un par de hora más tarde no podría andar en una semana, así que gracias. – Comenté con ironía.
-Oh-dios-mío. Tienes que contármelo todo. –Negué con la cabeza despacio, apretando los labios.
-No, no voy a contarte nada. Pero si he muerto o estoy dormida POR FAVOR no me despiertes.
Cerró los ojos, pero no la boca.
-Joo-der. Está más bueno en persona.
-Sí, lo sé. Y huele… - Sonreí más relajada. Ella sacudió la cabeza.
-Tú y tus olores…
-EL olor S, EL olor.

Sandra me dio unos momentos de intimidad, aunque me la había quitado para siempre con su interrupción, yéndose a la habitación.
Robert seguía inmóvil, rojo como un tomate en el salón. Sentado en el sofá con las piernas juntas y los brazos estirados, con las manos en su regazo apretadas en un puño, con la cabeza gacha. Sonrió cuando me vio, dibujando su sonrisa de medio lado, la tímida.
-Debería…ir ya a por tu regalo, se me va a hacer tarde. – Asentí. Se levantó y le acompañé a la puerta. – Nos vemos mañana. – Se acercó y colocando su cabeza en mi oído susurró. – Y retomamos… - Puso su cara enfrente de la mía, mirándome sonriendo. Yo tenía la boca semiabierta, y deslicé mis labios por el interior de mis dientes superiores, intentando mantener el control. Asentí despacio. Me dio un beso rápido en la boca y sin dejar de mirarme con ansiedad, la de todo el día, salio por la puerta.

¿Como que mañana?, yo no tenia trabajo, aunque sí clase pero eso no contaba, y quería marcha. Así que después de cenar cogí el móvil y llamé a Rachel.
-¡Hola!. ¿A que hora salimos hoy? – Pregunté alegre.
-Hoooola. ¿Hoy?. Hoy no salimos. Yankee, mañana es tu cumple, y te he preparado una fiesta sorpresa que necesita ser recibida con muchas ganas. Así que hoy no salimos. Mañana desfasaremos para…probablemente toda la semana. – Intenté protestar pero, obviamente, no me dejo. – Duerme bien que tienes que estar fresca como una lechuga, y ¡hasta mañana!- Canturreó emocionada. Acto seguido me colgó.
Genial…eran las seis de la tarde y ya estaba cenada. Mi compañera de piso estaba cansada de dos semanas de sexolimpiadas con su chico y un viaje en avión desde Alemania, dormida en su cama…y mis amigos estaban descansando, cogiendo fuerzas para una fiesta…¿Cuándo coño había empezado esta gente a descansar?.
Fui a mi habitación y cogí mi ipod, me puse los cascos y escuchando my dirty little secret me monté la fiesta en mi cama…descansado.

viernes, 9 de octubre de 2009

Capitulo 11: ¿Mejor?

Siento haber tardado tanto nenas. Ya sabeis que no he podido. Y que os echo un montonazo de menos...Un besiiiiito que sois las mejores!




El se había ido después de “cenar”, dos veces.
A la mañana siguiente me levanté para ir a clase después de unos días de descanso. Y volví a intentar a hablar con Rachel un par de veces más. Ahora tenía el móvil apagado…o fuera de cobertura.
Sobre las doce del medio día llegué a casa y comí.
Este se suponía que era el ÚLTIMO día de rodaje. Había que volver a grabar dos escenas nocturnas, por lo que tenía toda la tarde libre hasta las siete y media.
Hoy no vería a Robert, ya que él tenía ocupada la tarde y yo la noche. Eso me entristecía de alguna manera, no es que tuviéramos que quedar todos los días, pero desde que lo conocía siempre había tenido la esperanza, esa sensación de esperar que pasee algo, esperar verlo en cualquier lado a donde yo fuera con Rachel. Pero ese día estaba completamente segura de que eso no ocurriría. Aunque con sólo verlo me bastaba, no iba a hacerlo.
Dejé mis pensamientos robertiles al darme cuenta de la cara de idiota que estaba poniendo, como cuando pasaba los días buscando cosas de él, hablando en el foro, y cayéndoseme la baba con cada foto que observaba horas y horas. Me di cuenta de que llevaba mucho tiempo sin googlearle. No me era necesario. Sabía donde estaba y donde había pasado los últimos días, y no necesitaba fotos de paparazzi para enloquecer, lo tenía junto a mí, en mi cama, en mis bragas, en mi….
Vale.
Cogí mi portátil y fui directa a pattinsonworld. No había muchas fotos de Londres. Aunque, desde luego, no pasaba inadvertido aquí, realmente la prensa no le acosaba de la misma manera que en América. Estaban las de la noche en la que nos conocimos saliendo de un bar. Otras en otros garitos del soho, y unas saliendo de una tienda de ultramarinos.
Muchísimas fotos que iban saliendo de Unbound Cautives y algunas nuevas viejas de las premieres de Remember Me.
Vi datos nuevos sobre el rodaje de Amanecer. Empezaba el 28 de abril. Fecha oficial. Me quedé blanca. Quedaban poco más de dos semanas para ese dia. Se iba a ir en breve a Estados Unidos y no volvería a verlo, nunca. Sabía que ese día llegaría más temprano que tarde, sólo que no le había puesto fecha y hora todavía. Claro, que también esperaba que un día simplemente pasara de mí, o desapareciera sin más. Probablemente en los 20 días que quedaban para su regreso a Estados Unidos, puede que incluso menos, esto último ocurriera antes. Por ese mismo motivo debía disfrutar de los momentos que él me dejara compartir a su lado. El día en el que se cansara seria mi muerte y no tendría tiempo de sufrir demasiado. Fin del asunto.
Sacudí la cabeza intentado deshacerme de pensamientos tan patéticos. Cerré el portátil de golpe y lo alejé de mí.
Creí que sumergirme en algo de provecho como estudiar para mis inminentes exámenes era una muy buena idea. Así que cogí mis apuntes y traté de empollar.
Al cabo de tres semanas, o probablemente dos horas y media, el timbre sonó.
Mire por la mirilla al llegar a la puerta. Era Rachel. Abrí la puerta sorprendida.
-Hombre…dichosos los ojos que te ven.- Sonreí calidamente, intentando darle ánimos, ya que no pensaba putearla con este tema.
-Me doy tanta vergüenza ajena que no puedo ni mirarme al espejo.
-Se nota, ¿tampoco te permites peinarte?. – Me fulminó con la mirada.- Sólo…bromeaba. –Sollozó ocultando su rostro con las manos. – Rach, todos hemos pasado por una situación parecida. Lo importante es que estés bien. Nadie va joderte con esto…-Reflexioné unos segundos.- Bueno, por lo menos no de momento.- Abrió sus dedos, que todavía ocultaban su cara, para mirarme furiosa y soltó una carcajada.
-Zorra.
-Lo sé, cielo, yo también te quiero.- Me mantuve en silencio unos instantes.- Entonces, ¿qué?. ¿Cómo estás?, ¿lo habéis hablado?.
-Sí, de hecho no quería hablar contigo ni con Rob hasta que no tuviese claro qué pasaba. Aun no lo sé, pero bueno, ya lo hemos hablado. Algo es algo.
-¿Y?- Pregunté expectante. Parecía que mi vida dependiera de lo que Rachel iba a contar a continuación. Ella se adentró en el piso, dirigiéndose al salón. Una vez allí se dejó caer en el sofá y suspiró.
-No lo sé. Me gusta, y mucho. Pero es Tom, Carla. Mi mejor amigo. Lo sabe todo de mí, y yo de él. Es Tom.- Repitió, haciendo una pausa. – El dice que también siente lo mismo, que no sabe cómo pero que de un momento a otro quiere metérmela enterica.- Desorbité los ojos, y parpadee un par de veces despacio.
-Wow, Rachel no seas tan delicada por favor. – Ella me ignoró.
-Que le gusto más que nadie le ha gustado nunca como persona. No es que haya sido muy romántico en su vida, la verdad. Pero eso es obvio. Somos amigos, soy como su Rob en tía.
-Muy gráfico.- La interrumpí, pero ella siguió como si nada.
-Pero que ahora es también físico, y el problema viene cuando se mezclan las dos cosas, que se ha asustado, como yo. Porque no sabe qué significa. Porque soy su amiga pero quiere que seamos algo más. Como yo, claro. Pero tiene miedo de que sólo quiera probar, que me la endose hasta el hígado y después se quede con la mera satisfacción de un grandísimo polvo. Que sólo sea el morbo de la conquista. Y eso es exactamente lo que me asusta a mi, C. Lo mismo. ¿Qué pasa si después del tonteo no nos queda nada?. ¿Qué va a pasar con nuestra amistad después, eh?. ¿Carla?. ¿Podremos seguir siendo amigos?. Sí, supongo. ¿Pero igual que antes?. No, lo dudo. Y lo peor ¿y si uno de los dos sí que quiere algo más y el otro después ya no?- Inspiró agotada. Yo me quedé en silencio intentado asimilar tanta información condensada.- ¿Eh?- volvió a inquirir nerviosa.
-¿Qué?- Yo estaba prácticamente en shock.
-¿Que qué opinas?- Elevó la voz exasperada.
-Pues… - Pensé en todo lo que había dicho. Tenía sentido, aunque las formas de expresarse dejaban que desear. – No sé, Rach. Tenéis razón, todo va a cambiar. Pero, ¿acaso va a ser lo mismo después de liaros y de lo que los dos hayáis experimentado estos sentimientos mutuos y recíprocos?- Deliberó la pregunta unos instantes, y al cabo de un rato negó con la cabeza.
-No, yo tampoco lo creo. Eso ya ha pasado. Por eso si no os arriesgáis y vivís lo que queréis sólo será una oportunidad perdida. Si sale mal, lo superareis. Sois grandes amigos desde hace demasiado tiempo como para que algo lo cambie. Por un tiempo os mirareis y os moriréis de vergüenza, pensando en lo que ambos habéis visto hacer al otro.- Sonrió.- Pero con el tiempo lo olvidareis y os reiréis de ello. Os conozco. Y si sale bien, será genial, no hay nada como encontrar a alguien que te quiera de esa manera antes siquiera de vivir experiencias como pareja, que te conozca tan bien.
Se quedó pensativa, con la sonrisa todavía dibujada en su cara. Me miro y la amplio más. Se la devolví. Respiró profundamente y dijo:
-Bueno, gracias. Pero dejemos ya el temita. – Asentí.- ¡Que pasado mañana es tu cumple?. – Puse los ojos en blanco y deje caer mi cabeza hacia atrás. -No te quejes que tu fiesta sorpresa ya casi está organizada.
-No me estoy quejando. Espera…¿sorpresa?. A lo mejor esta palabra no tiene el mismo significado en español que en inglés. ¿No se supone que si es sorpresa yo no debo saberlo?.
-En realidad no sabes nada. Sólo sabes que hay una fiesta, lo que es bastante predecible, por cierto. No sabes ni el lugar, ni la hora, ni los invitados…
-¡Genial! Una fiesta de MI cumpleaños con desconocidos. –Fingí emocionarme. Ella puso los ojos en blanco.
-No son desconocidos.- Dijo quitándole importancia.- Y por cierto, si quieres invitar a alguien, dímelo. ¿Tu compañera de piso?.
-Sí, Sandra. Viene mañana. – Rachel cogió una libreta de la mesita del salón y me la paso con un boli.
-Apúntame su numero y el de todos a los que quieras invitar.- Pensé en alguien a quien quisiera en mi fiesta en Londres. Y la verdad es que no conocía a demasiada gente, a nadie especialmente que no tuviera que ver con Rachel, a excepción de Sandra. Así que después de escribir su teléfono le pasé a Rach la liberta, torciendo la boca. Ella la miro sin sorprenderse.
- Genial.- Sonrió.- Será muy intimo todo.- Se rió y yo me uní a ella. Era bastante patética, sí, pero contaba con grandes amigas y con…
-Jack, lo invitaras ¿no?. – Cerró los ojos ofendida.
-Claro, C, Jack ya está invitado.
También pensé en Robert. Mi cumpleaños ideal consistiría en contemplar a Robert Pattinson durante horas. Nada más. No sabía si asistiría. Si quería ir, o si podía. Seguro que tenía cosas mejores que hacer. Y me abstuve de preguntárselo a Rachel, la situación ya era bastante penosa sin necesidad de parecer una loca chiflada por su mejor amigo.
Cambie de tema, y Rachel se aburrió de mí. Así que se fue a preparar “no te quieras enterar de todo”.
Yo seguí con mis apuntes, memorizando datos, manteniendo mis pensamientos alejados de cierta persona que conseguía anular mi actividad cerebral por completo, hasta las siete y media.

Y sí, fue el ÚLTIMO día de rodaje. La cosa se complicó un poco y acabamos bastante tarde. Susan estaba empezando a mostrarse muy nerviosa y susceptible. Aun le quedaba un duro trabajo por recorre, pero ya notaba la presión del final.
6 horas de rodaje, las últimas. Agotaba repetir una y mil veces las misma escenas, las mismas palabras, los mismos gestos. Tan tristes y deprimentes, pero con Jack haciendo el gilipollas entre toma y toma se hacia todo más ameno. Esto cabreaba a Susan pero a mi me encantaba.
Mientras conducía dirección a casa deliberaba sobre la experiencia de ser “actriz”. Mi trabajo ya estaba concluido, y según las palabras de Susan de una manera “soberbia. Alucinante, cielo. Increíble.” Sonreí, sí, alucinantemente increíble era todo, e inverosímil. Yo no podía hacer un trabajo soberbio como actriz, puesto que no lo era.
En realidad todo esto me asustaba, aparte de todo el rollo de que alguien me viera en una pantalla, los reproches de mis padres…era la confianza que todos habían depositado en mí. Las expectativas tan altas que todos tenían. Jack había bordado el papel. Eso era una actuación perfecta. Y el argumento, la dirección, el guión, el resto del reparto. Todo. Era genial. Pero ¿yo?, yo no lo era. Todos decían que era lo poco que creía en mí misma. Pero yo creía en mí, creía en mí mucho, pero no cuando se trataba de actuar, porque yo tenía muy claro que no sabia hacerlo. Jamás lo había hecho.

Llegué al barrio y aparqué en la calle de al lado. Me abrigue con la bufanda y el chaquetón, y me dirigí hacia mi piso.
Conforme me fui acercando fui diferenciando un bulto, que se fue convirtiendo en una persona sentada en el portal. Era un tío, tiritando. Me quede de piedra cuando la proximidad de mis pasos le hizo levantar la cabeza en mi dirección y comprobé que era Robert. Sonrió al verme, desencajando su congelada mandíbula.
-¿Qué haces aquí a estas horas?
- Rach me llamó cuando ella se fue del rodaje, me dijo que tu no tardarías en acabar y…bueno, vine enseguida, pero obviamente no estabas, y tampoco has tardado poco en acabar.
-¡Oh!, ¡joder, Robert!, pero si Rachel se fue sobre las once. ¡Son la una y media!.
-Lo sé…lo…sé. Llevo un rato esperando…sí.- Me mordí el labio inferior sintiéndome culpable. El pobre estaba pasmado. Llevaba dos horas sentado en un portal, expuesto a la fría noche londinense.
-¿Qué coño pensarían si te viesen aquí sentado? ¿Es que tu no piensas?- Pregunté mientras le tendía una mano y le ayudaba a ponerse en pie. Introduje la llave en la cerradura.
-Pues que… me he… puesto demasiado pedo y no he sabido llegar… a casa… así que me he tumbado en el primer…portal que he visto cual mendiguillo que soy.- Sonreí sacudiendo la cabeza.
Al entrar caminamos hasta el ascensor que ya estaba abajo. Nos montamos en él y nos miramos, él dibujo una sonrisa, o lo intento porque le tiritaban los dientes. Estaba literalmente temblando. Me acerqué a él instintivamente, y pase mis manos rápidamente de arriba a abajo por sus brazos, intentando calentarlo con la fricción.
-¡Joder!. Tiemblas, Robert.
-Lo…lo…lo sé. A-si…así no vas…no vas a…con-se-guir…nada. La chaqueta. – Tenía razón, lo único que estaba logrando era calentar el cuero de su chaqueta. Se la quite sin pensarlo. La coloqué entre mi brazo y su cuerpo y le abracé sin dejar de pasear con fuerza mis manos por sus brazos. Coloque mi cabeza en su cuello. Lo que me permitió aspirar mi dosis de Robandrostadienona, que hacía que, literalmente, me volviera loca, anulaba por completo mi parte racional. Le respiré profundamente y pregunté:
-¿Mejor?.
Buscó mi cabeza con sus manos, atrayéndome hacia su cara. Nuestros labios se rozaron despacio, para luego encontrase con ansia, demasiada para la situación. Dejo que su cuerpo apoyara su peso sobre el mío, haciendo que ambos nos moviésemos hasta chocar con fuerza con una de las paredes del ascensor, sin dejar de besarnos.
Mis manos mecánicamente fueron a reencontrase con su cara, su cuello, su mandíbula, su pelo, aferrándose a él. Moví mi cuerpo un poco para ajustarme perfectamente a él, y esto hizo que su chaqueta se resbalara y cayera al suelo. Ninguno le presto la menor atención.
El introdujo sus manos por debajo de…mi abrigo, chaqueta, blusa y camiseta…demasiada ropa. El también lo pensó y me quito el abrigo en un segundo, sin dejar de devorar mis labios como sólo él sabía, después se deshizo de mi chaqueta de punto. Y volvió a recorrer mi espalada con sus manos, introduciéndolas por debajo de la camiseta. Me estremecí con el contacto de su piel en la mía, frió, pero perfecto, hacia demasiada calor para poder siquiera percibirlo intensamente. Mis manos seguían deleitándose con la maravillosa textura de su suave y muy alborotado cabello. El nos separó, volviendo una mano a mi cara y acariciando mi mejilla, mientras sus ojos examinaban deliberadamente los míos y su otra mano dibujaba círculos por mi espalda. Sonrió ampliamente.
-Mucho mejor ahora, nena.- Le devolví la sonrisa. Era lo que buscaba, realmente me había asustado cuando lo había visto tiritar de esa manera. Ahora hablaba y respiraba con un poco más de normalidad, aunque demasiado rápido…Atraje su cara a la mía, empujando su cuerpo hasta el extremo opuesto del ascensor. Colocando su cuerpo contra la pared con violencia. El buscó de nuevo mis labios con su sonrisa todavía en su boca.
Un pequeño bote hizo que ambos nos separásemos sobresaltados. Pero todavía mirándonos con ánimo, íbamos a seguir con lo que habíamos empezado en esas pequeñas cuatro paredes. Pero cuando las puertas se abrieron percibimos la presencia de Martin Parson, el vecino de al lado, en el rellano. Nos miro primero asombrado y después con…asco y recelo.
-¿No tienes casa, bonita?.- Robert estaba paralizado. Mirándolo aterrado. Cuando volvió a la tierra, se agachó avergonzado a recoger las chaquetas esparcidas por todo el suelo.
-Perdón, Mr Parson. – Le sonreí, saliendo con la cabeza gacha. Robert me siguió.
-Sí, lo siento, Mr Person…digo Parson.-Murmuró sin mirarlo.
Yo contuve la risa que estaba a punto de explotar en mi interior, mientras él se acercaba completamente rojo hacia mi puerta. La abrí y entre estallando en risas. Su cara era un poema, parecía un niño pequeño al que acababan de pillar haciendo algo que no debía, no podía si quiera levantar la vista del suelo, pero sonreía tímidamente, como siempre hacia cuando algo le daba tanta vergüenza. Era una imagen que no tenía precio, tan mono y adorable, más incluso que de normal. No pude evitarlo, cerré la puerta, y me abalancé sobre él, besándole con pasión. El separó mi cara un segundo, seguía rojo, pero ahora por otro motivo, sus ojos eran lujuriosos, y perfectos. Me mordí el labio inferior, mientras el torcía su media sonrisa y me levantaba del suelo para colocarme en su cadera, devorándome de nuevo mientras caminaba hacia mi habitación.