viernes, 27 de noviembre de 2009

Capitulo 15: Blood

Rob me levantó instintivamente de la mesa y me apoyó en el suelo junto a la encimera.
-¡Joder! ¿te encuentras bien?. – Dolía, y tenía la vista nublada de la impresión, pero sí, me encontraba más o menos bien. Asentí con una mueca de dolor.
Una gota de sangre cayó al suelo. La hemorragia sangraba con celeridad. Robert giró mi muñeca con cuidado para observar la herida. Un pedazo de cristal de unos 7cm estaba clavado justamente en el centro de mi mano, empapada ya en sangre.
-¡Dios!. Tenemos que ir a urgencias ya. – Recogió su ropa lo más rápido que pudo y se vistió. – Voy a por algo para ti. – Se fue directo hacia mi habitación.
-Trae un lazo. En el segundo cajón de la cómoda a la izquierda. – Grité. Tenía que parar la hemorragia de alguna manera. Cogí un paño de cocina limpio y envolví mi mano con él. La cocina se estaba poniendo perdida.
Robert vino agitado. Dejó la ropa en la encimera y cogió el lazo. Rápidamente lo anudó con fuerza alrededor de mi muñeca derecha. Le sonreí de verdad, estaba totalmente asustado y yo estaba bien.
-Rob sólo es un poco de sangre. Un par de puntos y ya.
-Coño un poco… ¡te vas a desangrar!. – Solté una carcajada mientras él se daba la vuelta y cogía un pantalón vaquero. – Levántala. – Se agachó con él en las manos y le dio un golpecito a una de mis piernas. La levanté y la introdujo en uno de los caños del pantalón deprisa pero con cuidado.
-Sé vestirme sola, gracias.
-Estás sangrando, mucho. – Puse los ojos en blanco, mientras él subía el otro caño por la otra pierna y me abrochaba el botón y me subía la cremallera del vaquero. Me di cuenta de que no llevaba ropa interior. – No hay tiempo para bragas y esas cosas. – Se dio la vuelta y cogió una camiseta ancha, la arrugó agarrándola por el cuello y la acercó a mi cabeza. La metí por el agujero correspondiente y luego introduje mi brazo por el de un lado. La mano dañada costó más porque Robert estaba empeñado en que eso me mataría. Cuando pude alejarlo de mí unos centímetros conseguí colocarme la camiseta por completo. Después él se volvió a pegar a mí y me puso los botines.
Salió disparado hacía el salón, y volvió en un segundo con nuestras chaquetas en la mano.
-Dame las llaves de tu coche y venga, vámonos.
-Tú no vas a ninguna parte. Lo que nos faltaba, que te pillaran acompañando a una loca con una mano rajada a las siete y media de la mañana a urgencias. Ni de coña Robert, voy yo sola que ya soy mayorcita.
-No, de eso ni hablar. Me importa una mierda lo que digan. Estás impedida y no puedes ir sola.
-Es una mano, por el amor de Dios, Rob. – Pasé mi mano izquierda por mi frente.
-No me jodas, Carla. No puedes ir sola. – Dijo con los ojos desorbitados señalando mi mano derecha.
-Pues tú no vas a venir.
-No puedes ir sola. – Repitió fuera de sí. Cabeceando incomodo. Sin apartar sus ojos de mi mano herida. Aterrado.
-Robert…- Intenté hacerle entrar en razón.
-He dicho que no. Estás sangrando demasiado. Si pierdes el conocimiento o algo… – Su voz se iba apagando. Se calló unos segundos, pensativo. Después sacudió la cabeza. – Necesitas a alguien contigo. O voy yo o llamamos a Rachel.
Puse los ojos en blanco y suspiré profundamente. No podía creerme tanto dramatismo. Él no podía venir, de ningún modo se lo iba a permitir. Y aunque realmente odiaba el hecho de tener que molestar a alguien, y más a Rachel que estaría durmiendo la moña, no podíamos dejar que Robert fuera visto acompañando a una tía a urgencias.
-La llamo y que venga a buscarme al hospital cuando pueda.
-No – Ordenó tajante. – Le esperas tú aquí. Lo que no es muy buena idea dada toda la sangre que estás perdiendo.
Elevé las cejas y desorbité los ojos incrédula.
-¡Por dios, Robert!, nadie se desangra por un corte en la mano.
Fui hacia la cocina a regañadientes mientras él llamaba a Rachel.
Me parecía increíble que estuviera reaccionando de tal manera.
Me quite el trapo empapado en sangre que envolvía mi mano derecha y lo arrojé a la fregadera. Cogí otro nuevo y lo coloqué en la mano lesionada. Apenas sangraba ya, el torniquete estaba cortando la hemorragia con éxito. Me senté en una silla de la cocina apoyando la cabeza en la mesa. Robert vino enseguida. Recogió el paño de la fregadera e hiperventilando se volvió hacia mí con la boca abierta.
-A mí esto me parece demasiada sangre.
-¡Jesús!. Robert, el cuerpo humano tiene mucha más, y el mío no es una excepción. Relájate, por el amor de Dios.
Frunció el ceño y lo volvió a dejar en la fregadera. Todavía nervioso, se acercó a mí y me abrazó.
-Lo siento mucho. – Murmuró afligido, besando la parte más alta de mi cabeza.
-¿El qué? – Que yo fuera la persona más torpe del mundo obviamente no era su culpa.
-El no poder acompañarte ni siquiera a urgencias cuando estás herida. – Su voz fue desapareciendo en mi pelo.
Levanté la cabeza, poniendo los ojos en blanco molesta.
- Rob, cielo, sé que no es tu culpa. Estás aquí. – Sonreí bajando mis manos por sus brazos con cariño. – Preocupado, más de lo estrictamente necesario. Y eso es suficiente.
Tomó mi mano izquierda en sus grandes manos. Acariciándola con sus pulgares despacio. Y agarró la pulserita entre sus dedos corazón, girándola en mi muñeca. Sonreí al verla de nuevo. Era sencillamente perfecta.
-Pero…¡Joder, Carla!. Creo que ésta es la vez que más identificado me he sentido con Edward en toda mi vida. El…no poder estar con… - Pensó en la palabra adecuada. – alguien… sujetando su mano mientras le ponen puntos…- Agitó la cabeza ofuscado. – Es… irreal.
Su gesto estaba apagado. La mirada perdida en mi mano y sus ojos abatidos. Verdaderamente estaba triste y apenado. Quería hacer algo, cualquier cosa, por poder aliviar su angustia, pero no sabía cómo, ni siquiera sabía si yo podía hacerlo.
Aparté sus manos de la mía y la llevé a su cara. Acaricié su cuello, subiendo por su mandíbula hasta su nuca, enmarañando su cabello. La paseé por detrás de su oreja llegando a su mejilla.
Le sonreí.
-Yo no necesito que nadie sujete mi mano mientras me ponen puntos. – Amplié mi sonrisa, indicando que me encontraba perfectamente. Él me la devolvió y asintió deshaciéndose de su decaído gesto. Sonriendo como él solo sabía.
-Lo sé. – Acercó su cara a mi rostro y lo cogió entre sus manos, atrayéndome hacia él. Nuestros labios se besaron, despacio. Rozándose y entrelazándose momentánea y repetidamente.


Rachel no tardó en llegar más de 20 minutos. Cuando oí el timbre me revolví entre sus brazos e intenté levantarme. Él me ayudó a incorporarme, sujetándome por los hombros. Sin soltarme me acompañó a la entrada, agarrándome por el pecho como si no pudiese andar.
Me puso la chaqueta y me besó en la frente delicadamente.
- Vete a casa, Rob. Es muy tarde y tardaremos un rato en volver. – Me miro sin decir nada. – En serio, por favor, vete a tu apartamento y descansa un poco. – Le sonreí tranquilizadoramente y él se me quedó mirando, callado unos segundos, con los ojos entrecerrados. Al final presionó los labios y asintió.
Cuando me monté en el coche Rachel despalideció al comprobar mi mano. Después sin mediar palabra arrancó.
No quise preguntar cuantas normas viales había roto a parte de la de “si bebes no conduzcas”, pero sin duda debían ser unas cuantas, más o menos las mismas que en el trayecto hacia urgencias.
Mientras sonaba Blood en el reproductor, Rachel preguntó:
-Y, ¿se puede saber cómo te has hecho eso?.
-Estábamos bebiendo Champagne, derramé una copa y por inercia perdí el equilibrio cayendo hacia la mesa, una de mis manos quiso amortiguar la caída y se clavó los cristales. – Asintió, sin apartar la mirada de la carretera. No dijo nada. Estaba especialmente callada. También estaba algo asustada por el corte, Robert se lo había explicado como si una bala me hubiese atravesado el cerebro, pero aun así era demasiado silencio para Rachel. Me sentí culpable por haberla molestado, aunque hubiese sido contra mi voluntad.
-Siento mucho haberte despertado. – Se lamió los labios, acomodándose en su asiento, sin dirigir la mirada hacia a mí. Tragó saliva fuerte.
-No me has despertado. – Fruncí el ceño extrañada. Rachel había dicho que se iba a su apartamento cuando nos separamos en los taxis. Confusa, guardé silencio. – He ido a casa de Tom. – Continuó. Elevé las cejas exageradamente. Asombrada, las mantuve en esa posición varios segundos, inquiriendo explicación del capitulo, o capítulos, que me había perdido. – Creo que vamos a intentarlo. Estar, quedar, salir. – Giré mis ojos alrededor de las cuencas y parpadeé un par de veces.
-Ya estáis, quedáis…salís juntos. – Puso los ojos en blanco, todavía sin apartar los ojos del asfalto.
-Ya me entiendes. Probar con… - Se calló, intentando buscar la palabra más apropiada.
-¿Sexo?. – Intenté ayudarla, obviando la respuesta. Se volvió hacia mí por primera vez desde que me había montado en su coche esa noche.
- No, probar con una relación más…íntima. Algo así como ser novios. – Arrugó la nariz, mostrándose reacia ante la palabra. Yo bufé sonriendo. Rachel y Tom eran de esas personas que no podían atarse a nadie más de dos segundos. La palabra “novios” era una de las pocas que no les definía. Utilizarla con ambos a la vez resultaba irónico. – Lo sé, es ridículo. Pero lo hemos pensado mucho. Nos atraemos y no queremos algo pasajero para joder lo que ya tenemos. Así que o pasamos de… lo que sea que estamos sintiendo o lo intentamos en serio. – Asentí asimilándolo. Tenía sentido. Hinché mis mejillas de aire contenido y lo expulsé suavemente. Entrecerré los ojos trastornada. Tom estaba muy bueno y realmente era un encanto pero sólo pensar en él desnudo me perturbaba. Aunque apenas hacía que lo conocía ya era como el amigo intocable. No podía ni imaginarme como Rachel podía simplemente planteárselo cuando era su mejor amigo de toda la vida.
- Wow, te vas a follar a Tom..
- ¡No me voy a follar a Tom! – Me miró furiosa. – Hemos decidido…dejar el sexo a un lado por ahora. La situación ya es suficientemente incomoda sin cuerpos desnudos y sudorosos retozando… - Le di la razón con una cabezada.
-Así que vais a satisfacer vuestros instintos sexuales, claramente más desarrollados que el resto de la humanidad, ¿con?. – Suspiró.
-Podemos pasar una temporada sin sexo. Tampoco será para toda la vida…Espero. Quiero decir que algún día podremos…superarlo. ¿No?. – Se volvió aterrada hacia mí. Yo me reí. Ella tomó aire con fuerza y se mordió el labio inferior desesperada. – No lo sé, ¿vale?. Sólo estamos dejando que las cosas vayan surgiendo. Sí, vamos a ciegas, Yankee. Y también sabemos que lo del sexo va a ser un fracaso absoluto, pero, ¿qué coño quieres que hagamos?. – torcí la boca hacia un lado.
-Pues sinceramente creo que poneros pedo y echar un polvo épico cuanto antes es lo mejor. En ese momento no sentiréis ningún tipo de pudor y la parte incomoda habrá pasado. Ya habréis retozado desnudos y sudorosos y podréis seguir con la relación seminormal que planeáis. – Puso los ojos en blanco ofendida. Yo lo decía en serio.
-Genial. – Contestó con sarcasmo. - ¿Qué clase de consejo estúpido es ese?. – Dejé escapar una carcajada ahogada alucinada.

Al entrar por la puerta de casa dejé las llaves en la cómoda de la entrada y me apoyé en la puerta rendida. Había sido un día más que largo. Suspiré mientras mis manos se dirigían a la cazadora y la retiraban de mi cuerpo.
Arrastré mis piernas por el pasillo deseando pillar la cama, pero a la altura del salón me encontré con Robert con las piernas cruzadas por sus rodillas balanceándose en el sofá.
Cuando me vio transformó su preocupado rostro en su mejor sonrisa. Suspiró relajado.
-¿No creerías en serio que me iba a ir a casa mientras tu vida pendía de un hilo?. – Sonreí poniendo los ojos en blanco, negando con la cabeza al tiempo que él se acercaba a mí y sus brazos me rodeaban fuertemente. Por lo poco que le conocía debía haber sabido perfectamente que el muy cabezota no se iba a ir, pero aun así había tenido la esperanza de que sí. - ¿Cómo de malo ha sido?. – Bufé en su pecho.
-Bueno, aunque no lo creas, no ha sido la mejor experiencia de mi vida, pero no ha estado mal. 10 puntos no son nada. Y ahora tengo la mano anestesiada. – Me reí emocionada mientras le tocaba la cara con la mano vendada. – Nada, no siento absolutamente nada. – Él la apartó con cuidado pero enfadado.
-No hagas eso. Que no sientas el dolor no significa que puedas ir tocando cosas tan pronto. – Me deshice de sus brazos y me di la vuelta cabreada.
-Vale, mama, nada de tocar. – Vi el sobre azul con florecitas descansando en la mesa, me dirigí hacia él y lo cogí con mi mano izquierda. El gesto de irritación se desvaneció en cuanto noté su tacto en mi piel. - ¿Puedo leer por lo menos?, ¿o eso me matara?. – Abrió la boca para decir algo pero la cerró al momento. Se puso colorado y negó con la cabeza.
-A ti no, pero probablemente a mi sí. – Sonreí divertida. Era tan mono cuando algo le daba vergüenza. Con la mirada perdida en el suelo cogió su chaqueta y agregó: - Creo que debería irme y dejarte descansar, ha sido un día muy intenso. Será mejor que te acuestes y recuperes fuerzas. – Negué con la cabeza sonriéndole picaramente.
-Aun tengo algo de lectura ligera pre-sueños. – Me acerqué a él con el sobre en la mano y le levanté la cara para que me mirara. – No te vayas, por favor. Si me vas a ver de todas formas después de que lo lea, al menos que planees fugarte para siempre hoy mismo. – Giró los ojos hacia arriba evitando mi mirada.
-No, claro que no planeo fugarme. Pero no puedo estar junto a ti mientras lo lees. De verdad, voy a morir de vergüenza.
-Por favor. – Puse cara de niña suplicando e intenté fingir una cara merecedora de toda su compasión.
-No, no, no. – Agitó su cabeza hacia los lados.
-Por favor. – Repetí con más intensidad acariciando su cara y su cuello.
Suspiró profundamente soltando el aire con fuerza por la nariz, pasándose las manos por las sienes. Cerró los ojos como si lo que fuera a decir a continuación le costase la vida. Echó la cabeza para atrás y pasó sus brazos a mi alrededor.
-De acuerdo. Pero no me tortures demasiado. – Sonreí ampliamente mostrando todos mis dientes y le besé.
Después de un rato peleando por si debía o no abrir el sobre ya, nos fuimos a la cama. Ya eran las 10 menos cuarto de la mañana y debíamos dormir algo.
Encendí la lamparita de la mesilla de noche y bajé las persianas, dejando la típica nublada mañana londinense tras ellas.
Robert empezó a desvestirse. Deshaciéndose de sus zapatillas con sus propios pies, quitándose después los pantalones. No llevaba ropa interior, así que se dio la vuelta solamente con una camiseta blanca de manga corta, mostrándome su maravilloso culo, meneándolo con cada paso mientras andaba en dirección a la cocina.
Aproveché para ponerme unas bragas y el pijama.
Me metí en la cama dirigiendo mis manos hacia el sobre azul que esperaba sobre el edredón donde yo lo había dejado. Le di vueltas en mis manos muriéndome por abrirlo y leer su contenido. Mi di cuenta de que Rob deseaba justamente lo contrario y que por ese motivo estaba tardando tanto en volver.
Al cabo de unos minutos noté su presencia. Me giré hacia la entrada de la habitación. Él estaba observándome en silencio con unos boxers de cuadros y la camiseta, apoyando su frente en el marco de la puerta. Le sonreí mordiéndome el labio inferior impaciente, haciéndole un gesto con la mano para que entrara y dando un par de palmadas al colchón a mi lado.
Él balanceó la cabeza hacia atrás poniendo cara de dolor, pero con una torturada y torturadora sonrisa cerró la puerta tras de sí, introduciéndose bajo la ropa de cama junto a mí.
Reposó su cuerpo en el cabecero dejando que la luz procedente de la mesilla de su lado le iluminara sus perfectos rasgos endurecidos y sus preciosos ojos azules.
Elevé el sobre en mi mano a la altura de mi cara bajo su atenta mirada.
-¿Puedo abrirlo ya?. – Él suspiró, con los ojos apretados con fuerza y marcando su mandíbula. Los abrió a la vez que el tono de sus mejillas iba en aumento. Pasó su lengua por sus labios y asintió.
Dibujé una enorme sonrisa e inmediatamente después deslicé mis dedos por el interior del sobre sacando dos preciosas hojas azules con las mismas florecitas.

6 comentarios:

  1. jaja yo quiero saber que diceeee, como nos haces esto tiaaaaaa!
    Me encanta, gracias cariño y ya sabes, no tardes demasiado que necesito saber que dice en esas hojas azules.
    Un besazo

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  2. Geniaaaaaaaaaaaal!!! yo tb kiero saber que dice XD tiaaaaaaaaaaaa.... a saber si le da tanto corte.
    Me ha encantado el Rob histerico XD jajajajaja.

    Besoteeeeeeeeeeees!!

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  3. tiaaa no nos dejes asi!

    sabes que no habia leido el cap 14? no me habia enterao que habias actualizao xDDDDDDD asiq he tenido doble ración =D

    muaaaaaaa guapi

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  4. me encanta pobre Roberto!!! todo asustadito
    un beso!

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  5. Ahh!!!! pero como nos dejas así....
    Que pone?

    Está genial!!

    Besines

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  6. me mueroooo, necesito más por dioos.. este roberto es.... uffffffff, me he enamoraooooo, un beso guapa!!!

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