domingo, 8 de noviembre de 2009

Capitulo 14: Champagne

BS: la cancion Champagne de Pereza no aparece en la historia pero sin duda ha inspirado gran parte del capitulo.

Salíamos todos juntos a la calle cuando los dos taxis que habíamos pedido nos llamaron para comunicar que ya estaban esperando.
Tuvimos que andar varios metros para salir a la calle principal donde habíamos quedado con ellos.
Al cruzar la esquina dos fotógrafos nos esperaban. Más concretamente esperaban a la persona que un segundo antes me agarraba por el hombro, pero que, afortunadamente, había llevado esa misma mano a su pelo. Aun así me tensé por completo porque íbamos demasiado juntos. Sin poder todavía reaccionar, Rachel se puso a hacer el idiota, intentando atraer la atención de los cámaras, bailando en un bordillo. Tropezó y resbaló con el asfalto mojado, yendo a parar de frente en un coche aparcado. Todos, incluida ella, empezamos a partirnos el culo, en el preciso momento en el que me di cuenta de los flashes de las cámaras.
Sin poder parar de reír, nos dirigimos a los coches. No sabía cuál tomar, pero la mano de Tom me introdujo en el más cercano, Robert nos siguió cerrando la puerta tras de sí.
Todavía riendo le miré, él también seguía con la risa floja, pero cuando mis ojos lo encontraron, desdibujó su sonrisa, haciendo una mueca de dolor. Yo le imité nerviosa.
Tom le dijo la dirección de su piso al taxista, quien rápidamente aceleró.
-Lo siento mucho. – Robert se disculpó pasándose las manos por la frente agitadamente. Intenté sonreír pero seguía absolutamente paraliza.
Tom nos abrazó a los dos.
-Venga chicos. Es algo que tenía que pasar en algún momento. No es nada nuevo Rob. Bueno…sí, porque esta vez van a tener razón. Lo que no entiendo es porque no me lo puedo estar tirando yo. – Reflexionó unos segundos, arrugando la nariz, hasta que se volvió hacia mí. – Tranquila, estás guapísima. El pelo en su sitio. – Paseó sus manos por mi pelo, aplastándolo. – Y los rizos que tanto te has esforzado en hacer aun te duran. – Le di un puñetazo en el tríceps, ofendida. No me había esforzado tanto en los rizos. El sonrió, acariciándose el brazo. – Aunque así las fans te van a odiar más. – Se encogió de hombros. - Por lo menos no llevas la chaqueta del revés. Una vez, cuando toda esta locura empezó, salimos de un bar y Rachel llevaba su cazadora del revés. – Empezó a descojonarse. – Y luego…por todos lados estaban las fotos…- Soltó una carcajada sonora. – y la gente le criticaba por eso…- Tomó aire y suspiró profundamente. – Bueno por eso y por “tirarse”- Hizo el gesto de las comillas con la mano. – a Edward Cullen.
Me reí abiertamente. La situación no tenía ninguna gracia. Pero Tom era tan gilipollas que todo lo hacía divertido, así que simplemente no pude evitarlo. Miré a Robert. Tenía la pierna apoyada en el asiento, y su cabeza descansaba en su rodilla, con las manos en las sienes. Tom también le estaba observando. Le dio un codazo y dijo:
-¡Joder Rob!, no seas tan amargado, ¿quieres?. Aun es su cumpleaños. – Técnicamente sólo hasta dentro de un cuarto de hora. – No dejes que esta mierda se lo amargue. A los dos. – Robert levantó la cabeza con la vista todavía al frente. Pero pronto sus ojos me miraron y dibujó su sonrisa. Se la devolví aliviada.
No tardamos en llegar al piso de Tom. Él se bajó.
-Feliz cumpleaños, encanto. – Se inclinó y me dio un beso en la mejilla. – Rob, haz que lo sea. En serio olvidaos del tema por un rato y disfrutad. – Elevó las cejas varias veces riendo. Cerró la puerta y se largó, mientras el coche se ponía en marcha de nuevo.

Durante el resto del trayecto le hicimos caso. No sacamos el asunto en ningún momento, solamente seguimos con la noche como si nada hubiese pasado.
Al entrar al piso, me atrajo a él y me dio un beso.
-Es hora de tus regalos. – Le miré extrañada, frunciendo el ceño. No traía ninguna bolsa, no llevaba nada. Sonriendo se adentró en el pasillo, dirigiéndose al salón. Yo le seguí. Cuando llegué a la sala de estar, él estaba cogiendo una bolsa grande de papel.
-¿De dónde a salido eso? – Inquirí confusa. Su sonrisa se amplió más.
-La ha traído Sandra antes de irse. – Le miré con los ojos entrecerrados. Toda la noche la habían planeado sin que yo supiese nada. Retorcidos.
-Muy amiguitos os habéis hecho tú y Sandra, ¿no?. – Desdibujó su sonrisa, ruborizándose.
-Me mira raro. – Me reí. Como para no.
-Bueno, nos os conocisteis en muy buen momento. – Él inclinó su cabeza hacía la derecha, mordiéndose el labio inferior y asintiendo.
Le sonreí, admirándolo. Todavía seguía colorado.
Dirigí mis ojos ansiosa a la bolsa de papel que tenía entre sus manos. Él se dio cuenta e introdujo sus manos en ella sonriendo.
-De acuerdo. Primero éste. – Me tendió un sobre blanco. Se mordió el labio y se balanceó nervioso mientras yo lo observaba. Lo abrí con cuidado, bastante más nerviosa que él. Deslicé mis dedos temblorosos por la tapa e introduje mis manos dentro, palpando algo parecido a un papel, más suave. Lo saqué. Sonreí ampliamente al ver qué era. Entradas para el Chealsea-Mancherter United. Dos entradas. Antes de que mi cabeza divagara sobre su significado él lo aclaró. – La segunda no…bueno no es para mí. No es que no quiera ir contigo. – Dijo apresurado. – Créeme que es algo que me encantaría, pero ni siquiera es buena idea que vaya yo sólo a un estadio, así que imagínate contigo… Y no quería que fueras sola, puedes ir con quien quieras.- Sacudió la cabeza, sonriendo incómodamente.
-Tranquilo lo entiendo perf… - No me dejó acabar.
-De verdad que no es por ti ni nada de eso, simplemente sería como echarte a los leones…y después de las fotos de antes…- Asentí intentando parecer relajada, pero la verdad es que estaba acojonada. – Lo siento mucho…- Se pasó una mano por el pelo. – Van a hablar de ti seguro, y…puede que digan…cosas que te…te puedan afectar y…
-Robert, para.
-Pero es que…
- ¡Joder!, déjame hablar. – Se calló. - Relájate. Sé como va todo esto, ¿ok?. Ya he estado en el otro lado de la valla, sé lo que puedo esperar. Y también sé a la perfección que no es tu culpa. Así que respira. – Le tranquilicé mientras mi pulso alterado me delataba. Había estado en el otro lado, y por eso mismo estaba completamente aterrada. Sonreí intentando cambiar de tema. – Vale, quiero el otro.
Sonrió todavía algo apenado. Introdujo una mano en la bolsa, y sacó un pequeño envoltorio dorado con un lacito. Se dio la vuelta hacia mí, alargando su brazo. Lo cogí y lo miré con dulzura. El paquetito ya era una monada. Él me miraba impaciente, dibujando una sonrisa tensa. Me deshice del envoltorio y saqué una cajita púrpura brillante. Contuve la respiración y la abrí despacio.
-Wow – Exhalé con fuerza. - ¡Oh dios!, es preciosa. – Le miré emocionada. Él sonreía ampliamente, relajado y radiante. Volví los ojos a mi regalo. Era una pulsera con cuentas de Pandora. Nueve, que se deslizaban con gracia por la cadena.
-Rachel me dijo que querías una. – Elevé la mirada hacia él, frunciendo el ceño. No lo recordaba. Pero sí, mi mente fue unas semanas atrás. Rachel y yo sentadas con las piernas entrelazas en el camerino. Leyendo una revista de moda, la Elle, analizándolo todo, incluso los anuncios. Recordé uno de Pandora, y sí, había comentado que me encantaría tener una. Siempre había querido que me regalaran una, ir rellenándola de momentos importantes. Sonreí inmensamente mirándola de nuevo. – Sólo hay nueve. Son los días que hemos pasado juntos. Cada cuenta significa algo y…por si… tú no le ves el sentido he…he escrito esto. – Me enseñó otro sobre azul celeste con florecitas secas. Elevé las cejas, incrédula. – El sobre también lo ha elegido ella. – Confesó visiblemente avergonzado. Asentí sonriendo mientras procedía a destapar su contenido, pero mis manos se paralizaron ante su petición. - ¡No!, por favor. Preferiría que lo leyeras en otro momento, sin…Sola. – Sus mejillas se colorearon de un rojo intenso, con la vista en el sobre. Sonreí, adorando cada una de sus reacciones. Suspiré exaltada.
-Claro. Muchísimas gracias. – Se la entregué para que me la pusiera en la muñeca izquierda. Él la abrió y con sumo cuidado la colocó alrededor de mi delgada muñeca. - Es preciosa, de verdad Rob…bert- Acabé entrecortada. El calor de mi cuerpo se elevó, y todo el riego sanguíneo se concentró en mi cara, notando cada palpitar intensamente en mis mejillas, imitando con exactitud a las de Rob-bert. Jamás le había llamado Rob, no sabía si el diminutivo era algo reservado para sus amistades, familia…gente muy próxima a él. Dirigió sus ojos hacia mí, encontrándose con los míos completamente arrepentidos y dibujó una gran sonrisa, divertido.
- Hey, puedes llamarme Rob. – Aproximó su cuerpo hacia el mío y elevó una mano a la altura de mi cara, acercándola a mi ardiente mejilla, acariciándola con dulzura. – ¿Cómo no vas a poder?. – Se inclinó más cerca de mí, susurrando. – De hecho puedes llamarme como quieras, baby. – Y sus labios rozaron los míos con cuidado. Besándolos despacio y suavemente. Me miro intensamente. – En serio, como quieras. – Sonreí pensando en como quería yo llamarle.
No lo digas. No lo digas.
-¿Como yo quiera? – Asintió enérgicamente. Me mordí el labio intentándolo con todas mis fuerzas pero…- ¿Roberto? – No pude evitarlo.
Lo has dicho.
Noté como mi mente se abofeteaba a sí misma. Pero la sonrisa de Rob se amplió, soltando una risita.
-¿Es en español? – Asentí avergonzada. – Pues entonces, Roberto es todo tuyo. – Volvió a acercarse a mi boca todavía sonriendo.
Ja, ¿decías?. ¡Oh dios!, este hombre iba a matarme.
Me volvió a separar todavía sonriendo. Y se giró hacia la bolsa de nuevo.
-Y…Champage francés. – Acercó la botella, poniéndola en mis manos.
-Umm Moet & Chandon…Buen gusto Monsenoir. Aunque a mí con una cerveza me vale, ¿eh?.
-Sí, y a mí. De hecho lo prefiero. Pero, no sé, quería brindar con algo…más especial. No todos los días se cumplen años. – Sonreí mientras seguía mirándome con su media sonrisa imperturbable, y me besaba fuerte los labios. Se separó con la misma sonrisa, pasándose la lengua por el labio inferior. Le miré fijamente, intentando coger aire. Sin duda, Dios me amaba.
-Venga, brindemos. –Tiré de él hacia la cocina, abrazándome a su espalda. Allí cogí dos copas. – Son nuevas. Bueno, llevan aquí desde el primer año de Sandra, pero aun no se han estrenado. – Le pasé la botella a Rob para que la abriera. Y me senté en la mesa con las piernas colgando. La cabeza ya me daba vueltas sin necesidad de más alcohol.
Observé a Robert maravillada, como siempre, como quitaba el precinto y desenrollaba el envoltorio metálico, cuando lo consiguió me miró y sonrió con las cejas elevadas, guiñándome un ojo. Se acercó a la mesa con la botella en las manos. La apoyó al lado de las copas y se colocó entre mis piernas, las cuales le abrazaron instantáneamente.
- Y, ¿Por qué vamos a brindar?. – Preguntó en mi oído.
- Ah, pues no sé. Tú eres el que ha traído el champagne.
Recorrió mi cuello con sus besos, subiendo hasta mi mandíbula.
-Umm, no sé. No encuentro ningún motivo. ¿A lo mejor porque la tía más guapa de toda España - Me derretía cuando hablaba en español.- y si me apuras Europa entera cumple 23 años?.
-¿Sólo Europa? – Fingí ofenderme, él sonrió abiertamente. – Umm pues me parece un buen motivo. – Le quité la chaqueta mientras introducía mis manos por debajo de su camiseta. Paseándolas por toda su espalda. Nuestros labios se exploraban cada vez más ansiosos.
Colocó sus manos por debajo de mi vestido hasta alcanzar mi cintura, la cual acarició suavemente por encima de las medias. Las agarro y tiro de ellas hacia abajo. Me levanté un poco manteniendo el equilibrio, sujetándome fuerte a él con las piernas. Y pude sentir lo contento que eso le estaba poniendo.
Me volví a sentar en la mesa, mientras él me miraba excitado bajando los panties por mis hidratadas piernas. Volvió a colocarse entre mí. Y su ánimo no había bajado ni un ápice. Le quité la camiseta rápidamente perdiendo el contacto con su boca, y besé su pecho desnudo con cuidado, mientras arañaba cariñosamente su espalda. Espiró fuertemente en mi cuello, introduciendo una mano entre mi tanga, quitándolo despacio. Al liberarlo de mis piernas lo miró y dijo, mordiéndose el labio:
-Me gusta éste.- Sonreí atrayéndolo a mí por la bragueta. Empecé a desabrochar los botones uno a uno. Deshaciéndome de sus pantalones al acabar, y también de sus boxers. Él juntó nuestras caderas fuertemente. Yo paré y le aparté, cogiendo con las manos su cara que estaba perdida en mi cuello, devorándolo con lujuria.
-No hemos brindado. – Puso los ojos en blanco desesperado.
-¿En serio? – Me reí, cogiendo la botella y descorchándola con fuerza. Todo el champagne salió a borbotones, mojando mi vestido y mi cuerpo semidesnudo. Él negó con la cabeza riendo.
-Eso da muy mala suerte.
- ¿Ah sí?. – Pregunté mordiéndome el labio. – Creo que la maldición se anula si lo chupas. – Sonrió abiertamente. Recorrió mi cuello mojado con su dedo índice y lo introdujo en mi boca. Lo chupé, largo y erecto, dibujando un círculo con la lengua y mordiendo la punta. Sus penetrantes ojos verdes no se movieron ni un instante, siguiendo el movimiento de mi boca.
Entonces, hizo todo lo posible para que el destino no se pusiera en mi contra. Lamiendo mi cuello a la vez que desabrochaba la cremallera del vestido e iba bajando sus labios por mi pecho hasta el estomago. Ambos nos íbamos encendiendo más y más a cada milímetro de mi cuerpo que él iba recorriendo. Llegó a mi entrepierna y le levanté la cabeza, no iba a dejar que se entretuviera. Por esa zona estaba todo cubierto. Íbamos a brindar como dios mandaba. Así que mientras mis manos se posicionaban en sus caderas a conciencia, pegándole a mí con todas mis fuerzas, se introdujo en mí. Ambos soltamos el aire que conteníamos con fuerza. Sonriendo ardientemente, mientras salía muy, muy despacio de mi. Sin previo aviso se volvió a introducir, rápidamente, hasta el fondo. Repitió el proceso varias veces, pero la postura no le permitía penetrarme completamente. Elevé mi pierna derecha hasta su hombro, acercando mis caderas mucho más a él, sintiéndole mucho más cerca, mucho más dentro. Cerré los ojos complacida por la nueva sensación, cuando mi estómago se sacudió. Doblé la rodilla en su omoplato, abrazando su cuello. Él sonrió gratificado. Aun con su sonrisa, sujetó mi pierna y mi cadera y volvió a salir lentamente. Al volver a entrar, sentí como estimulaba mi punto g con toda su longitud, absolutamente dura y fuerte. Este ángulo le permitía embestirme con violencia fácilmente, haciéndome perder el sentido en escasos minutos. Conforme el ritmo de sus movimientos aumentaba, mi cuerpo se iba entregando más y más a la lujuria. Mi estomago se agitaba con cada una de sus embestidas, cada vez que lo sentía rellenarme por completo, golpeando el cuello de mi útero. Mi cuerpo se sacudía, temblando de placer. Podía notarle endurecerse más por momentos, gimiendo en silencio, apretando sus manos vigorosamente en mi cuerpo, pegando su frente a la mía, con la respiración completamente desbocada. Mis manos se aferraban a su grandioso culo, atrayéndolo hacia mí, intentando con todas mis fuerzas que no quedara ni un milímetro de espacio entre los dos.
El ritmo de sus movimientos volvió a acelerarse sin control, indicándome que se acercaba su orgasmo. Cada una de mis terminaciones nerviosas se volvió mucho más sensible, notándolo en todo su esplendor. Ahogué gritos en cada embestida, mordiendo con fuerza su cuello, donde mi cabeza descansaba.
La espera se estaba haciendo insoportable. Divina espera. Hasta que sentí como mis músculos se contraían violentamente entorno a él, con bruscos espasmos de mis piernas, haciendo chocar nuestras caderas con ímpetu. Él explotó en el mismo instante en el que deje de sacudirme, agitando todo su cuerpo, exhalando fuertemente en mi boca.
-Joderrrrrr…
Relajó sus manos y bajó lentamente mi pierna, acariciándola. Mis manos envolvieron su cuello, paseándose gustosamente por su pelo y mis labios besaron los suyos dulcemente.
Se me quedó mirando fijamente con sus preciosos e intensos ojos verdes, con la respiración todavía entrecortada, acariciando con su pulgar mi mejilla, besándome pausadamente.
Me separé un poco de él, quitando una mano de su cuello y apoyándola en la mesa, echando mi espalda hacia atrás, dejándola descansar. Dirigí la otra en la misma dirección, pero conforme bajaba, mi codo derecho golpeó algo, que cayó y se rompió en mil pedazos justo en el preciso momento en el que mi mano se apoyaba en la mesa, sobre los cristales de copa que se acababa de hacer añicos.
-¡¡AH!! – Grité de dolor, al notar los punzantes cristales penetrar mi piel.

5 comentarios:

  1. que romantico el Roberto
    quiero un cumple asi a lo robertoooo

    pobrecita :S

    me ha fascinado :) ojala lo continues prontito!

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  2. Oaaaaau !! genial Seve!!
    me ha encantadooo!

    aiiiins pobre, se ha cortado!

    besazooooos!

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  3. hostia !! uf seguro que no será nada pero que dolor, casi lo siento yo, como todo lo demas, madre mia Seve, que maravillaaaaa !
    Graciasssssssssssssssssss por hacernos disfrutar y por supuesto ... quiero más.
    Un besazo

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  4. Me encantaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa y que guapa es Alexa.... la verdad que haria muy buena pareja con Roberto...

    sigue asi guapa!!

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  5. Me encantaaaa!!

    Queremos más!!
    Y ya que estamos... yo quiero celebrar así mi próximo cumple.

    Besines

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